Portada del libro Mujercitas en Nonquitt
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POR 15,15 euros 15,95


SELLO: Ediciones Toromítico
PVP: 15,95 €
ISBN: 978-84-15943-64-8
Páginas: 160
Tamaño: 14,50 x 22 cm
Encuadernación: rústica con solapas
Publicación: 23/11/2018
Edición ilustrada

Colección: Clásicos juveniles
Temáticas:
juvenil ficción clásicos adolescencia mar
IBIC: YFA
THEMA: YFA
BISAC: JUV000000

Mujercitas en Nonquitt

 

Si tuviéramos que comparar a las Cenicientas de Nonquitt con las Mujercitas de la inmortal novela, podríamos decir que aquellas son todas Jo March

Es en Nonquitt, en el sudeste de Massachusetts, una localidad costera célebre como lugar de veraneo, donde se desarrollan las historias reunidas en esta obra. Allí pasó muchos veranos Louisa May Alcott (1832-1888), autora de la célebre novela Mujercitas, dejando volar su imaginación.

Las mujercitas protagonistas de las tres primeras historias que integran esta antología —«Lirios acuáticos», «El secreto de Sophie» y «El debut de Debby»— aparecen como versiones actualizadas de «La Cenicienta», ambientadas en un escenario familiar para Alcott, y en las que se prescinde, entre otras muchas innovaciones, de la rivalidad entre hermanas. Según se presentan aquí, se observa cómo el elemento más reconocible del cuento —la buena doncella que espera al príncipe que ha de sacarla de la pobreza— se va desdibujando: Ruth, en la primera de las historias, se desposa con su príncipe; no sabemos si Tilly, en la segunda, lo hace o no; y Debby, en la tercera, se casa, pero con un hombre sin más patrimonio que «un corazón fiel», unos «brazos fuertes» y «un apellido honesto». En cualquier caso, ninguna de estas tres heroínas, tan ajustadas al patrón de mujer resuelta y autónoma de Alcott, funda sus esperanzas en un casamiento ventajoso para alcanzar las metas vitales que se ha propuesto, bastándoles para ello su propio ingenio, talento y esfuerzo. La obra se completa con «¡Qué isla tan extraña!» y «Diente de León», dos deliciosas fantasías que dan una visión más amplia de los registros juveniles de la autora.

«Ningún chico era mi amigo hasta que le hubiese ganado en una carrera.
Y ninguna chica era amiga mía si no trepaba a los árboles ni saltaba vallas.»
Louisa May Alcott hablando sobre su juventud

«Si tuviéramos que comparar a las Mujercitas de Nonquitt con las de la inmortal novela, podríamos decir que aquellas son todas Jo March.»
Óscar Mariscal traductor de Louisa May Alcott

Louisa May Alcott
Louisa May Alcott, nació en Germantown (Filadelfia, estado de Pensilvania, EE. UU.) el 29 de noviembre de 1832. Contaba diez años de edad cuando se trasladó con sus padres a Fruitlands —una comuna agraria en Harvard, Massachusetts—, junto a otros partidarios del trascendentalismo. Fracasada la utopía, los Alcott se mudan a la capital trascendentalista, Concord (Massachusetts), donde los hogares se suceden, entre ellos Orchard House —donde escribe Mujercitas—; y la Thoreau House —propiedad del escritor Henry David Thoreau—. Entretanto, para aliviar la estrechez económica de su familia, desempeña diversos oficios: institutriz, sirvienta, maestra de escuela… Apoyó activamente la causa abolicionista, llegando incluso a ocultar a esclavos fugitivos y a servir como enfermera en la guerra civil, donde contrae una neumonía tifoidea, que la mantendrá postrada durante algún tiempo. Fue asimismo una luchadora por los derechos de la mujer, “que defendió a través de su participación en el movimiento sufragista, y mediante alusiones implícitas y explícitas en sus obras”. Visitó Europa en varias ocasiones y en uno de estos viajes conoce al joven polaco Ladislas Wisniewski, único romance en su vida del que se tiene constancia. En 1852 publicó su primer cuento —“The rival painters”—, y en 1854 su primer libro: Flower fables, que la convierte “en una pionera del cuento de hadas literario en America”. De 1868 a 1870 dirige la revista infantil Merry’s Museum. "En 1868 apareció su mayor éxito, Mujercitas, un hito en la historia de la literatura juvenil, y un clásico norteamericano. En las dos décadas siguientes escribiría muchas novelas domésticas, ganándose un lugar destacado dentro de la escuela americana de la ficción realista (…) A pesar de ello, nunca se olvidó de las hadas y las fábulas de los días de su juventud." Hacia 1885 su salud —que nunca fue buena— empezó a declinar, y falleció en Boston el 6 de marzo de 1888, dos días después que su padre. Cinco años más tarde, los préstamos de sus libros en las bibliotecas públicas norteamericanas sólo eran superados por los de Charles Dickens.

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