En el panorama de la literatura española del siglo XX, pocos títulos resplandecen con el fulgor de Marinero en tierra, el primer poemario de Rafael Alberti. Publicado en un contexto marcado por la renovación estética de la Generación del 27, no solo consolidó al joven poeta gaditano como una de las voces más prometedoras del momento, sino que estableció asimismo un nexo entre la tradición lírica española y las vanguardias que entonces florecían en Europa. Cien años después, sigue cautivando a lectores de todas las edades, reafirmando su condición insoslayable de obra maestra.

Marinero en tierra es, en esencia, un canto nostálgico y vibrante a la infancia, al mar y al paisaje de la bahía de Cádiz, elementos que marcaron profundamente la sensibilidad de Alberti. Ganador del Premio Nacional de Literatura en 1925, es un ejemplo paradigmático de cómo la poesía puede ser a la vez íntima y universal. Su delicadeza formal, su musicalidad y su retorno consciente a las formas tradicionales –como el romance y la copla– lo inscriben en una rica tradición poética que dialoga con autores como Jorge Manrique, Garcilaso de la Vega o Gustavo Adolfo Bécquer. Sin embargo, bajo esa apariencia de simplicidad clásica, Alberti introduce sutiles matices de modernidad que lo convierten en un poeta de su tiempo, capaz de articular las contradicciones y aspiraciones de una España en plena transformación.

La vigencia de Marinero en tierra radica en su facilidad para emocionar al lector contemporáneo. Su tratamiento del anhelo, de la memoria y de la búsqueda de identidad trasciende las circunstancias específicas de su gestación. Hoy, en un mundo marcado por el desplazamiento, la migración y la desconexión de nuestras raíces, la voz de Alberti resuena como un aviso de lo primordial de reconectar con nuestros orígenes, de encontrar en el pasado una brújula fiable para el presente. Además, su lenguaje accesible, lleno de imágenes poderosas y sensoriales, lo convierte en una perfecta puerta de entrada a la poesía, una invitación para nuevos y venturosos lectores.

En paralelo a esa vigencia, no cabe obviar la labor crucial de María Asunción Mateo, viuda del poeta, en la preservación y difusión del legado literario de Alberti. Tras la muerte del autor en 1999, Mateo asumió con dedicación la responsabilidad de cuidar un patrimonio cultural que trasciende el ámbito literario para convertirse en un símbolo de resistencia, exilio y regreso. Desde la Fundación Rafael Alberti en El Puerto de Santa María, su compromiso ha sido esencial para conservar la memoria del autor y acercar su obra a las nuevas generaciones. Su prolija tarea ha incluido desde la organización de eventos conmemorativos y exposiciones hasta la edición de textos inéditos y correspondencias que arrojan luz sobre facetas menos conocidas de la vida y trayectoria de Alberti.

En tiempos en los que el foco cultural parece difuminarse entre tantas propuestas digitales, el tesón de María Asunción Mateo merece ser celebrado. Gracias a su empeño, Marinero en tierra y el resto de la producción albertiana siguen vivos en el imaginario colectivo, recordándonos que la poesía, además de refugio en horas de incertidumbre, es también un faro que nos guía hacia lo más cardinal y primario de nuestra humanidad.

Con motivo de su centenario, saludado por Berenice con una flamante edición facsímil, revisitar esta pieza única se antoja un ejercicio imperioso. Nos invita no solo a disfrutar de su inmarcesible belleza, sino también a reflexionar sobre la cualidad de la literatura para tender puentes. Así, Rafael Alberti sigue navegando, como su marinero, en el corazón de quienes encuentran en la poesía un cálido hogar.