La virgen lectora

21/10/2024

El pasado 4 de junio AlmuzaraLibros se hizo, pujando en una subasta, con una bella representación pictórica de la Virgen María leyendo, con una singular leyenda pintada en el viejo marco: «Nuestra Señora de los Buenos Libros · Toma y lee y hallarás la Paz».

La representación de la Virgen María con un libro o en actitud de lectura, conocida como la "Virgen lectora" o "Madonna del libro", constituye una rica veta iconográfica en la historia del arte cristiano europeo. Este motivo, que abarca desde las primeras imágenes bizantinas hasta las reinterpretaciones modernas, trasciende la mera representación religiosa para convertirse en un símbolo multifacético que engloba aspectos teológicos, filosóficos, estéticos y socioculturales. Parta celebrar este tesoro artístico patrimonio de AlmuzaraLibros, y para conocer mejor uno de los temas más discretos de la historia del arte cristiano europeo, te invito a que me acompañes a lo largo del siguiente artículo. Si te gusta el arte estoy seguro de que lo vas a disfrutar.


Nuestra Señora de los Buenos Libros, lienzo sobre tabla con relieves de cobre. Obra anónima de finales del siglo XIX imitando el estilo gótico tardío. Colección privada de AlmuzaraLibros



El Libro como símbolo del Verbo Divino

La representación de la Virgen María con un libro adquiere un significado profundo cuando se analiza a la luz del prólogo del Evangelio de San Juan: «En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios» (Juan 1:1). Esta identificación del Verbo (Logos en griego) con Dios mismo establece una conexión directa entre la palabra escrita y la divinidad. El teólogo Hans Urs von Balthasar explora esta relación en su obra Gloria: una estética teológica (1961), donde argumenta que el Verbo encarnado es la expresión perfecta de Dios, y toda palabra humana, especialmente la Escritura, deriva su poder de esta Palabra primordial.

En este contexto, la imagen de la Virgen leyendo adquiere un nuevo significado. No solo representa a María como una mujer educada o en busca de conocimiento, sino como el receptáculo mismo del Verbo divino. El libro en sus manos no es simplemente un texto, sino un símbolo del Logos divino que ella acoge en su ser. De hecho, no es casual que la Virgen sea representada frecuentemente con un libro en sus manos en el momento de la Anunciación.


La anunciación, anónimo del siglo XVII que se conserva en la Iglesia de los Blancos Penitentes en Rabastens.



La teóloga Elizabeth Johnson, en su obra Truly Our Sister: A Theology of Mary in the Communion of Saints (2003), sugiere que María, al ser representada con un libro, se convierte en un ícono de la receptividad humana a la palabra de Dios, una receptividad que conduce a la encarnación del Verbo. Por su parte, el historiador del arte Erwin Panofsky, en su ya clásica obra Estudios sobre iconología (1939), señala que la sustitución del Niño por el libro en las representaciones de la Virgen sugiere una equivalencia simbólica entre la concepción física de Cristo y la concepción espiritual de la Sabiduría divina.

Esta representación puede interpretarse como una alegoría de la «lectio divina», la práctica monástica de lectura meditativa de las Escrituras. Al igual que María concibió físicamente a Jesús, el creyente, a través de la lectura y meditación de la palabra divina, «concibe» espiritualmente la sabiduría de Dios. En este sentido, el teólogo Jean Leclercq, en su conocida obra El amor a las letras y el deseo de Dios (1957), argumenta que la lectura sagrada es un acto de fecundación espiritual, donde la palabra divina germina en el alma del lector, dando fruto en forma de comprensión y transformación interior.


La anunciación, de Francisco de Zurbarán (1650).



Evolución histórica y contexto cultural

Las primeras representaciones de la Virgen lectora se remontan al arte bizantino, estableciendo las bases para una tradición iconográfica que florecería en el Renacimiento. Durante este período, la representación de la Virgen lectora ganó popularidad, especialmente –como ya hemos indicado en escenas de la Anunciación.

La historiadora Joan Kelly-Gadol sostiene que «las imágenes renacentistas de la Virgen leyendo reflejan un creciente reconocimiento del potencial intelectual de las mujeres, aunque aún limitado por las convenciones sociales de la época» (Kelly-Gadol, Did Women Have a Renaissance?, 1977).


Virgen leyendo sosteniendo al Niño Jesús, atribuido a Pieter Coecke van Aelst (Flemish, siglo XVI).




La anunciación de Bernardo Strozzi, siglo XVII.



En los períodos posteriores del Manierismo, Barroco y Contrarreforma, la imagen de la Virgen lectora se adaptó a nuevos estilos y sensibilidades. La Contrarreforma impulsó una mayor devoción a la Virgen, lo que se reflejó en una intensificación de esta iconografía mariana no necesariamente ligada al momento de la anunciación. Ejemplos notables incluyen: María la egipcia leyendo, de Tintoretto; Virgen niña dormida, de Francisco de Zurbarán o La Virgen leyendo de Guido Reni.


María la egipcia leyendo, de Tintoretto (c. 1582-1587), Scuola Grande di San Rocco, Venecia.




Virgen niña dormida de Francisco de Zurbarán (c. 1655), Museo del Prado, Madrid.




La Virgen leyendo de Diego González de la Vega (siglo XVII), Museo del Prado de Madrid.



Lecturas feministas de esta iconografía

La imagen de la Virgen leyendo puede interpretarse como un desafío a la tradición patriarcal que limitaba el acceso de las mujeres al conocimiento. Como argumenta Marina Warner en su obra Alone of All Her Sex: The Myth and the Cult of the Virgin Mary (1976), «La Virgen lectora representa una forma de resistencia silenciosa contra la exclusión de las mujeres de la educación y el conocimiento sagrado.»

El libro en manos de María no solo simboliza las Sagradas Escrituras, sino que también puede verse como un emblema de empoderamiento femenino a través del conocimiento. De hecho, María Magdalena, la «prostituta arrepentida» o la «compañera de Jesús» tal como es descrita en las tradiciones apócrifas, asimiló igualmente este elemento iconográfico del libro sobre todo en la Edad Moderna, donde la mujer y los libros quedaban ligados en un binomio de profundo significado para los tiempos que abrían paso a la Ilustración. La teóloga feminista Elizabeth Johnson sostiene que la Virgen con un libro encarna la sabiduría femenina, tradicionalmente suprimida o ignorada en la teología cristiana dominante (Johnson, She Who Is: The Mystery of God in Feminist Theological Discourse, 1992).


María de Magdala, de Tintoretto (c. 1582-1587), Scuola Grande di San Rocco, Venecia.




María Magdalena, de Bartolomé Esteban Murillo (1650), Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.




Maddalena penitente, de Carlo Saraceni (1614) Museo Civico de Vicenza.



Dimensiones Filosóficas y Estéticas

Desde una perspectiva filosófica, el libro en manos de la Virgen puede interpretarse como un símbolo de libertad y dignidad humana. Jean-Paul Sartre argumentaba que la libertad es la esencia de la existencia humana, y en este contexto, el libro puede verse como un vehículo para ejercer esa libertad. Immanuel Kant vinculó estrechamente la dignidad humana con la capacidad de razonamiento y autonomía moral. La representación de la Virgen con un libro puede verse como una afirmación de esta dignidad inherente, simbolizando la capacidad humana de buscar conocimiento y ejercer el juicio moral.


Madonna con el niño de Antiveduto Gramatica (finales del siglo XVI o principios del XVII).



Jacques Rancière, en El espectador emancipado (2008) afirma que la emancipación comienza cuando se cuestiona la oposición entre mirar y actuar. En este sentido, la Virgen lectora no es un objeto pasivo de veneración, sino un sujeto activo en la construcción de significado, invitando al espectador a hacer lo mismo.

La representación de la Virgen con un libro no solo la muestra como receptora de la sabiduría divina, sino también como partícipe de ella. El título mariano «Sede de la Sabiduría» (Sedes Sapientiae) encuentra su expresión visual en estas imágenes.

El teólogo Raniero Cantalamessa, en su obra María, espejo de la Iglesia (1992), sugiere que María, al ser representada con el libro de la Sabiduría, se convierte en un reflejo de la omnisciencia divina, no por sí misma, sino por su íntima unión con el Verbo encarnado.

El poder transformador de la palabra

La imagen de la Virgen y de la Magdalena como lectoras también evoca el poder transformador de la palabra. Estas representaciones sugieren la capacidad de los libros para transformarnos y hacernos más libres. El evangelio de Juan es el que otorga mayor énfasis a la relación entre Jesús, la Palabra y la libertad que se obtiene con ella: «Si vosotros permanecéis en mi palabra, verdaderamente sois mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libre» (Jn, 8: 31-32). El filósofo Paul Ricoeur, en su obra Fe y Filosofía (1994), argumenta que el acto de leer las Escrituras no es simplemente la adquisición de información, sino un encuentro transformador con el poder creativo de la palabra divina.

La iconografía de la Virgen lectora, vista a través de este prisma, se revela como un símbolo rico y complejo que trasciende su contexto religioso original. Esta imagen no solo encarna profundos conceptos teológicos como la encarnación del Verbo y la sabiduría divina, sino que también sirve como un poderoso símbolo de libertad intelectual y dignidad humana.

A lo largo de la historia del arte europeo, la representación de la Virgen con un libro ha evolucionado, reflejando cambios en la teología, la filosofía y la sociedad. Desde las primeras imágenes bizantinas hasta las interpretaciones contemporáneas, esta iconografía ha mantenido su poder para inspirar, desafiar y transformar.

En el contexto contemporáneo, la imagen de la Virgen lectora sigue ofreciendo un punto de encuentro entre la tradición religiosa y las preocupaciones modernas sobre igualdad, educación y empoderamiento. Como tal, sigue siendo un tema fértil para la investigación y la interpretación en los campos de la historia del arte, la teología, la filosofía y los estudios de género, valores presentes en AlmuzaraLibros y que desde luego ocupan un lugar relevante en nuestra forma de entender el espíritu humano.

Raúl Alonso Lorente
editor y poeta

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