Mucho se habla del audiolibro, sobre todo en los últimos dos o tres años. ¿Por qué? Pues es simple; estamos viviendo una época de auge en el consumo de contenidos en audio. Este crecimiento tiene en su origen el tipo de mundo en el que estamos inmersos. Altamente ocupados, con poco tiempo libre para concentrarnos en alguna actividad monotarea como es la lectura, aquellos que aman la literatura tienen que buscar otras fuentes que les permitan acceder a los contenidos sin bloquearles para ello el hecho de estar haciendo otras cosas en paralelo. El lector empedernido puede ahora disfrutar de sus autores mientras conduce, cocina, hace deporte, limpia la casa… Y, sin embargo, las editoriales en España aún no terminan de hacer una apuesta sólida por la edición en este formato. ¿A qué se debe esto? Seguro que no hay una sola explicación para ello, pero desde luego sí pensamos que hay una relevante, la falta de adecuación de los costes con los beneficios esperados. Es cierto que la industria del audio crece a unos ritmos de vértigo, en los últimos dos años, esta cifra merodea el 50% anual. Pero también es cierto que estamos ante una industria incipiente que aún parte de un suelo muy básico. Se crece mucho, esperamos mucho del futuro (si es que no es del presente ya), pero no deja de ser un dato que para una editorial los ingresos por audio raramente superan el 1% de sus ingresos por canales convencionales. Deberíamos tener en cuenta también el elevado coste de la producción de un audiolibro. Si queremos un producto de calidad, se necesita una dirección editorial seria, unos narradores brillantes y eficientes y un control de calidad severo. Todo ello cuesta mucho dinero. Se estima que las productoras de audio repercuten a las editoriales un coste aproximado de 250-300 € por hora final producida. Si tenemos en cuenta que 30 páginas impresas en una edición normal suelen equivaler a una hora narrada, nos ponemos en que editar un audiolibro de 300 páginas tiene un coste para la editorial de alrededor de 2500-3000 €. Bien es cierto que, para costear esta cifra, las plataformas de audio, enfrascadas en hacer crecer el negocio, han ayudado con diversas fórmulas a las editoriales. Pero también es una realidad que conforme el negocio se va asentando, cualquier subvención esperada por ahí tiende a desaparecer. ¿Qué hacer, pues? No hemos de olvidar que en España se vienen editando alrededor de 90.000 títulos al año y de ellos raramente llegan a 3.000 los que se convierten en audiolibro. Es decir que hay un hueco enorme entre lo que se edita y lo que realmente llega a los oídos de los oyentes ávidos de contenidos. Lo normal es que las editoriales con el tamaño y los recursos adecuados para hacerlo inviertan en poner en formato audio aquellos best sellers de los que esperan un gran rendimiento, pero el resto de los títulos quedan reducidos al formato tradicional en papel o, como mucho, al formato eBook que es bastante más barato de producir. Obviamente, no todas las editoriales toman el mismo camino, las hay quienes apuestan más a pesar de los costes y quienes se retraen por ellos. Es loable en este sentido la actitud de Almuzara que ha optado por el primer camino y tiene ya un importante número de títulos de su fondo editorial convertidos a audio. Por tanto, el escenario tiene cierta complejidad. Por un lado, tenemos una demanda creciente, unos costes de producción altos y una recuperación de la inversión que, debido al aún reducido consumo, tardará en llegar. Pero llegará, no nos queda duda, dado el tipo de sociedad en el que estamos inmersos. Y estar bien posicionados ahí debería ser la palanca que mueva el afán inversor de las editoriales para poner en el mercado muchos más títulos que, como resultado, potenciarán el consumo y, por tanto, la más temprana recuperación de la inversión. Nuestros lectores (o quizá mejor llamarlos oyentes) nos demandan que todos los títulos publicados lleguen al formato audio, no solo los que se van a convertir en previsibles best sellers. Pero para ello, toda la cadena del audiolibro tiene que racionalizarse para que las editoriales puedan acometer este empeño con unas ciertas garantías de éxito. ¿Y cómo es esto? Es que los narradores, los directores de audiolibro o los técnicos de sonido tienen que cobrar menos por su trabajo. No debería ser así. Como en tantas otras cosas de nuestro mundo es la tecnología la que debe venir a echarnos una mano con este asunto. Y lo hará, lo viene haciendo ya, a través de la IA aplicada a la síntesis del habla. Sobre todo, a partir del 2023 se han desarrollado enormemente los sistemas de inteligencia artificial generativa aplicada a la voz. Las voces digitales que hasta ese momento eran muy difíciles de obtener con una calidad razonable hoy son un producto fácil, rápido y barato. En general, se puede estimar que la producción del audiolibro de ejemplo antes mencionado (300 páginas) podría quedar reducido aproximadamente a una cuarta parte del valor reseñado. Pero, tengamos en cuenta más cuestiones. La producción de voces digitales debe partir (según la legislación actual) de una voz trazable. Es decir que un narrador de audiolibros podría ahora seguir usando su voz para generar aquellos audiolibros en los que la editorial puede invertir más dinero porque sabe que las previsibles ventas lo justificarán. Pero también podrá generar una versión digital de su voz para contratar su explotación y cobrar royalties por su uso. El narrador monetiza racionalmente su esfuerzo y la editorial puede permitirse poner en formato audiolibro su long tail histórico de títulos que no van a tener tanta demanda como los best sellers, pero que no por ello van a dejar de ser requeridos para su audición. Es por ello que la pregunta que hacemos en el título creo que tiene una sola respuesta: «Sí, apostamos por el audiolibro», pero tratado desde la óptica de racionalidad que estamos describiendo en este artículo. Las editoriales que puedan invertir tanto con voces naturales como con voces digitales en poner la mayor parte de su fondo en formato audio quedarán con un gran posicionamiento dentro de esta revolución del formato audio que estamos viviendo. |
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