Un audiolibro es un libro leído para ser escuchado con posterioridad. O sea, que se trata de un libro sonoro, pero de un libro al fin y al cabo. Los libros, desde siempre, fueron una puerta mágica para la aventura, los sentimientos y el conocimiento. Y esa puerta se traspasaba al leerlos reposadamente o al escucharlos absortos cuando alguien los leía con pasión y entonación. Las historias contadas junto al fuego remoto de la prehistoria encerraban en su interior el germen de la literatura por venir. Los cuentos que nuestros padres nos leyeron en la cama mientras el sueño y la almohada nos abrigaban fueron el preludio de los audiolibros que hoy nos ocupan. El audiolibro, por tanto, aunque novedoso en su envoltorio tecnológico, es tan antiguo como la propia humanidad, porque las historias y los libros que las contienen nacieron para ser leídos o escuchados, escuchados o leídos. Un audiolibro es un documento sonoro que reproduce textualmente el contenido de un libro. La historia o el conocimiento es idéntico, lo que varía es el soporte y la transmisión. En el caso del libro, tinta sobre papel, en el audiolibro, el audio sobre soporte digital. Tan distintos en forma como idénticos en contenido. La misma alma en dos cuerpos distintos, la misma materia bajo dos formas diferentes. Y, la mágica conexión con el lector se produce a través de dos sentidos diferentes. La vista, para libros en papel y digitales, el oído para los audiolibros. Ojos y orejas como puertas de entrada de la emoción y ciencia contenidas en un libro. Ni el audiolibro ni el ebook luchan contra el libro porque, en verdad, son tan libros como los de papel. El editor de raza debe cuidarlos con el mismo cariño y atención, pues constituyen todos ellos los distintos puentes que unen a las personas necesitadas de historias y conocimientos con sus contenidos. El audiolibro, por tanto, es un libro en esencia, por lo que su reino pertenece al mundo editorial. El editor es quien busca, sugiere y selecciona historias y talentos, que después da forma de libro de papel, de libro digital o de audiolibro, que, a nuestros efectos, tanto monta como monta tanto. Por eso, desde el propio contrato editorial, el editor debe tener en cuenta los distintos formatos en los que se concretarán los contenidos de la obra contratada. Dado que la Ley de Propiedad Intelectual concede derechos de autor específicos para cada uno de los formatos, resulta imprescindible recogerlos en el contrato editorial. Derecho que no aparece expresamente contratado, derecho que no existe. Una vez que se poseen los derechos, el editor, tras corregir los textos, los maqueta para la versión en papel y en digital. El mismo texto corregido y maquetado será el que se utilice para la producción del audiolibro. Para ello, el editor tiene dos posibilidades. O producirlo por sus propios medios o cederle el texto a un tercero para que realice y financie el formato sonoro. La comercialización propia tiene como dificultad la distribución del audiolibro, que exigirá una costosa inversión en una plataforma digital adecuada, que garantice la descarga segura y la operación de cobro. Por tanto, lo más frecuente, es ceder los derechos en exclusiva a un operador tercero que será el que produzca y comercialice el audiolibro a través de su propia tienda digital, como, por ejemplo, Audible o Storytel. En este caso, el editor firma un contrato con la plataforma que producirá el audiolibro, en el que normalmente se acuerda un anticipo y un porcentaje sobre los ingresos por descargas que obtengan. Esta cesión se puede hacer con carácter exclusivo o no, en función de lo acordado y de quién haya realizado la producción. El editor cede los derechos del audiolibro, por un tiempo determinado, a cambio de una retribución que tendrá que compartir con el autor del libro, que, en todo caso, es el último poseedor de los derechos de propiedad intelectual de su obra. El editor, al contratar la obra al autor, debe especificar la fórmula por la que se calcularán los derechos de autor para cada uno de los formatos en los que se explote la obra. En al caso del audiolibro se puede hacer bajo dos fórmulas. La primera sería de manera similar a cómo se calculan para el caso del libro en papel y digital, como un porcentaje sobre ventas. La segunda sería considerarlo como un derecho subsidiario, al igual que cuando se vende el derecho para cine. En el contrato editorial debe especificarse el reparto de estos derechos entre el autor y el editor. La producción de un audiolibro conlleva la grabación de la lectura de su contenido para producir un documento sonoro que después pueda ser escuchado por las personas interesadas. En algún caso, se ha intentado que sea el propio autor el que le ponga voz a la grabación, aunque, en general, no funciona, ya que escribir bien no significa leer bien. Lo habitual, por tanto, es la de recurrir a voces profesionales que sepan leer con la entonación adecuada, transmitiendo las pasiones de los personajes del relato. Existen audiolibros leídos por una sola persona o por varias personas, lo que le concede aún más realismo a la lectura. Los productores del audiolibro son los encargados de pagar los honorarios y derechos a los lectores profesionales y de todos los gastos del estudio de grabación. Una vez grabado y producido el documento sonoro, la plataforma de audiolibros lo empaqueta y lo ofrece bajo una portada, que normalmente es la misma del libro de papel, aunque en ocasiones se pueden modificar para adaptarlos a los requerimientos de la tienda digital. Así, por ejemplo, si nos fijamos en la tienda digital de Amazon, un solo título se puede encontrar disponible en papel – rústica y bolsillo -, ebook y en audiolibro, todo ello bajo la misma portada. Las producciones de audiolibro se realizan necesariamente en un estudio de grabación y suelen implicar la participación de un director de producción, un técnico de sonido y, al menos, el lector que pone la voz. En función del libro se deben tener en cuenta aspectos como el sexo o el acento del narrador, así como si es necesaria una neutralidad más acusada o por el contrario se busca algo más de teatralidad. No obstante, lo habitual es no ser nunca excesivo pues, además de dificultar la coherencia en grabaciones que suelen implicar varios días de trabajo, puede resultar fatigoso para el oyente. Existen diversos formatos de codificación del audio resultante de la producción como WMA, MP3 o AAC, siendo estos últimos los más habituales. No obstante, en la mayoría de los casos esto es algo transparente para el oyente, que reproduce el libro desde el propio software de la plataforma. Este, por seguridad, suele ocultar el archivo original de audio para dificultar su copia, permitiendo al usuario la reproducción e interacción completa con el contenido, pero sin permitir el acceso al archivo fuente. ¿Y cuánto cuesta un audiolibro? Las plataformas de audiolibro ofrecen varias alternativas de cobro a sus clientes, o bien por suscripción tipo tarifa plana o bien por descarga puntual. Así, por ejemplo, la suscripción mensual de Audible son 9,99 euros y la descarga puntual alrededor de los veinte euros, en función de la duración de la lectura. Como con los libros en papel, no existe un modo concreto ni un momento oportuno para escuchar audiolibros, sino que se hace según los propios gustos, hábitos o modo de vida. Dicho lo anterior, por motivos obvios, los libros hablados suelen escucharse en aquellos momentos del día en que podemos concentrarnos sin interrupciones en el relato durante un periodo de tiempo más o menos prolongado. Así, los viajes en avión o en tren, el transporte público e incluso el privado en nuestro automóvil son lugares comunes donde disfrutar de ellos. También es habitual hacerlo mientras realizamos otra actividad que no requiera una gran atención como cocinar o, incluso, mientras se practica algún deporte sereno. Por último, en muchas ocasiones, podemos aprovechar el final del día, en la cama y antes de dormir, para escuchar algunos capítulos. Son muchos los dispositivos que nos permiten disfrutar de nuestros audiolibros tales como los reproductores de audio, las tabletas digitales, los ordenadores, el omnipresente teléfono móvil o los populares altavoces inteligentes. Desde la editorial damos la bienvenida al audiolibro, que ha llegado para quedarse porque, se lean o se escuchen, la humanidad sigue necesitada de historias que alimenten su alma e iluminen su intelecto. Y nos corresponde a los editores el buscar y seleccionar esas historias y contenidos, ahora más necesarios que nunca. Larga vida al libro, leído o escuchado. |
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