Averroes, una oportunidad para la razón
El próximo año, 2026, se cumplirá el noveno centenario del nacimiento de Averroes (1126-1198), probablemente el filósofo hispano más influyente de todos los tiempos.
24/02/2025

El próximo año, 2026, se cumplirá el noveno centenario del nacimiento de Averroes (1126-1198), probablemente el filósofo hispano más influyente de todos los tiempos. Averroes deslumbró con su pensamiento, introdujo el aristotelismo en Europa, influyó en la escolástica, abrió paso al racionalismo y cimentó el método científico que caracterizaría al pensamiento occidental. Por eso, debemos celebrar el centenario con la importancia y trascendencia que el filósofo cordobés merece. Y debe celebrarse en su ciudad, Córdoba, donde nació y donde está enterrado, en tumba anónima, perdida y desconocida.

Conmemorar su pensamiento, es reconocer, asimismo, la honda tradición de grandes pensadores hispanos como Séneca, Averroes y Maimónides, los tres cordobeses, San Isidoro de Sevilla o los de la Escuela de Salamanca del XVI, que con Suárez y Vitoria al frente, bien merece la pena también reivindicar. Porque, y es importante señalarlo, Averroes no es un pensador árabe, es un pensador cordobés, un hispanomusulmán, un andalusí, un brillante eslabón más del pensamiento hispano y europeo. Debemos, pues, considerarlo como “nuestro” y no extrañarlo en la ajenidad de nuestras corrientes intelectuales. Pocos filósofos hispanos desde entonces, exceptuando, quizá, a Ortega y Gasset, alcanzaron la enorme influencia internacional de los anteriormente reseñados. Y entre todos ellos, quizás Averroes haya sido el más grande, citado, combatido, odiado y admirado.

Ibn Rush o Averroes nació en Córdoba en 1126 y murió en Marraquech en 1198. Su vida transcurrió en el triángulo Córdoba-Sevilla-Marraquech, bajo los dominios de los almohades. Fue jurista, juez, filósofo y médico y pasó a la historia por sus Comentarios a las obras de Aristóteles, a través de las cuales occidente se reencontraría con el gran filósofo griego, que tanta influencia tendría en su pensamiento y cultura posterior. Pero más allá de sus obras aristotélicas, desarrolló un pensamiento propio sumamente avanzado y heterodoxo, lo que causó serios problemas con los ulemas más tradicionales, al punto de resultar exiliado en Lucena, antes de ser redimido por la dinastía almohade, que siempre lo protegió frente a la ortodoxia local.

En la novela Averroes o el secretario del diablo (Almuzara, 2024), el escritor egipcio-francés Gilbert Sinoué muestra, integrado en su trama, el pensamiento del filósofo. Averroes afirmaba, por ejemplo, que la inteligencia humana tendría una doble dimensión, una interior, propia, y otra exterior, colectiva y participada por la humanidad. La inteligencia no sería pues un atributo personal, sino que, en gran medida, sería el reflejo individual de la inteligencia de especie, externa y superior. Esta tesis conecta de lleno con las más vanguardistas y actuales teorías del cosmos inteligente, gobernado por las leyes cuánticas y dinámicas de complejidad. Por otra parte, Averroes creía que Dios no creó al universo, porque el universo era eterno y era Dios al tiempo. «El universo es el Creador y el Creador es el universo», repetía, para escándalo de ulemas y alfaquíes.

Con ideas como esta, resultó normal que lo persiguieran, no sólo los ortodoxos musulmanes, sino también los cristianos. Averroes, muy leído por sus comentarios sobre Aristóteles, escandalizaría a los círculos escolásticos de París y Roma del siglo XIII. Fue combatido, primero, y seguido, después, por el propio Santo Tomás de Aquino, acusado en su momento de averroísta. Averroes fue grande, muy grande. Y sus textos fueron leídos, refutados y seguidos en las principales universidades europeas del siglo XIII y XIV, extendiendo su influencia mucho más allá.

En efecto, sus ideas sobre convivencias de las inteligencias individuales y colectivas fueron rebatidas con fuerza por Alberto Magno y Tomás de Aquino, que, en 1256, el primero, y en 1270, el segundo, compusieran sendos opúsculos de idéntico título, De unitate intellectus contra averroístas. El debate suscitado en la universidad parisina llegó a tal grado que el obispo de París, Étienne Tempier, hubo de condenar expresamente trece postulados aristotélicos y averroístas. Al final, muchos de las propuestas de Averroes terminarían permeando y abonando la gran corriente de pensamiento occidental basada en la razón y el empirismo.

Para que nos hagamos una idea de la enorme fama e influencia que llegó a alcanzar, mostraremos algunos ejemplos. Dante Alighieri (1265-1321) incluyó, en el Canto IV de su Divina Comedia, una referencia a Averroes, al que define como «el que hizo del Gran Comentario» y al que sitúa junto a Euclides, Tolomeo, Hipócrates, Galeno y Avicena. Rafel lo pintaría en su célebre cuadro La Escuela de Atenas (1510-1512), junto a los pensadores y sabios más importantes de todos los tiempos, colocándolo entre Epicuro, Anaximandro y Pitágoras. ¿Se puede dudar, entonces, de la repercusión que alcanzó Averroes en las postrimerías de la Edad Media y en el Renacimiento europeo?



Siglos después, seguiría inspirando a los grandes literatos. Jorge Luis Borges –que llegó a Averroes a través de la lectura de Asín Palacios, como él mismo reconoce–, incluyó en El Aleph, su obra maestra, el relato «La busca de Averroes», en el que se muestra a un Averroes aturdido porque, al traducir los textos de Aristóteles, no logra entender ni mucho menos traducir los conceptos de Tragedia y Comedia, dado que en su mundo estaba prohibida la representación humana y el teatro no existía. Ese relato, y su muestra del determinante «marco cultural» sobre la propia inteligencia individual empujó a Umberto Eco a escribir su breve ensayo sobre la semiótica del teatro, al punto de comenzarlo con la cita borgiana sobre la incapacidad del gran Averroes de traducir esas dos expresiones teatrales tan fáciles y habituales para los habitantes del mundo clásico y del actual, pero no del suyo.

La fascinación por Averroes llega hasta a Salman Rushdie, al punto de inspirarle su obra Dos años, ocho meses y veintiocho noches (Seix Barral-Austral, 2017). La novela comienza en su exilio en Lucena: «Ibn Rushd tenía una herida profunda y triste, porque era un hombre derrotado: había perdido la batalla de su vida ante un persa muerto, Al Ghazali de Tus, un adversario que llevaba muerto ochenta y cinco años». En su ficción, Rushdie los hace comunicarse desde sus respectivas tumbas de Córdoba y Tus. Averroes afirma que «al final la religión se marchitará y empezaremos a vivir en la verdad de Dios», a lo que Al-Ghazali le responde: «por fin, padre de muchos bastardos, empiezas a hablar como el blasfemo que eres».

Averroes caería en un olvido relativo hasta que el filósofo e historiador francés Ernest Renan publicara en París, en 1852, fruto de su tesis doctoral, la obra Averroes y el averroísmo –publicada por Almuzara, 2017– en la que rescataba la figura y la obra del pensador cordobés. El libro causó una gran conmoción en los círculos intelectuales europeos, desvelando ante sus ojos una de las fuentes claras del pensamiento occidental. El racionalista Renan canta la luz averroísta, al tiempo que critica la ortodoxia radical que terminaría sepultando los tiempos de oro de la filosofía árabe. Así, escribe con contundencia: “Cuando Averroes murió, en 1198, la filosofía árabe perdió con él su último representante, y el triunfo del Corán sobre el pensamiento libre quedó asegurado por seiscientos años a lo menos”.

La obra El legado filosófico árabe (Trotta, 2006) del filósofo y escritor marroquí Mohamed Ábed Yabri (1935-2010) nos hizo comprender la dimensión de la figura de Averroes en el pensamiento islámico. Su empirismo aristotélico y su defensa de la razón resultaría derrotado por el gnosticismo oriental, llevando a la filosofía árabe hasta un callejón sin salida. Como escribe Yabri, «si la filosofía islámica oriental reposaba en la teología, la filosofía andalusí –la de Avempace, Abentofail y Averroes– se erigió sobre la base de la ciencia, la lógica y las matemáticas». Si el pensamiento árabe hubiera seguido el empirismo aristotélico de Averroes en vez de abrazarse al gnosticismo neoplatónico de los filósofos de Oriente, probablemente, no se habría producido la decadencia intelectual que paralizara al pensamiento árabe durante tantos siglos. Ahora, la figura de Averroes brilla de nuevo porque marca un camino basado en la ciencia y la razón; camino que surgió en el seno del islam, islam occidental e hispano, pero islam, al fin y al cabo.

En su obra más conocida, La destrucción de la destrucción (también conocida como La refutación de la refutación), Averroes defendió el uso de la razón y de la filosofía frente al influyente libro de Algacel, o Al-Ghazali, La destrucción de la filosofía, en el que se anteponía la religión a la razón. Hoy, novecientos años después, sus postulados siguen siendo necesarios, dadas las dinámicas irracionales que nos sacuden.

El brillante Averroes sería en la actualidad considerado como un pensador feminista, por la defensa que hiciera a lo largo de su obra de los derechos de las mujeres y de la equiparación de sus capacidades con el hombre. Así, en su obra Distinguido jurista, afirma que nadie puede obligar a la mujer a casarse, ni a llevar velo que le cubra el rostro. Asimismo, considera que se le debe otorgar el divorcio en caso de malos tratos, aunque se oponga el marido. También, que tiene capacidad para llegar a ser juez, entre otros oficios superiores desempeñados, por aquel entonces, en exclusividad por los varones. En otras de sus obras, reivindica el derecho del acceso de la mujer a la formación, pues consideraba que era capaz de desarrollar cualquier actividad que desempeñara un hombre, salvo las de fuerza física. Lo dicho, un auténtico adelantado a los tiempos.

Por todo ello, la figura inmensa de Averroes bien merece un reconocimiento de la España de hoy, como queda más que justificado. Por eso debemos celebrar el noveno centenario de su nacimiento, para honrarlo, con justicia, y para dar a conocer su pensamiento, obra e influencia como cimiento del actual pensamiento occidental. Desde Córdoba, un grupo de escritores y directores de cine, Emilio González Ferrín, Antonio Manuel, Braulio Valderas y el que escribe estas líneas, bajo el auspicio de Casa Árabe, hemos comenzado a promover el Año Internacional de Averroes, una oportunidad para la razón. Esperamos un gran apoyo de las instituciones, universidades y asociaciones, nacionales e internacionales, para conceder al centenario la resonancia que merece.

Existe un digno, aunque acotado precedente. En 1998, coincidiendo con el octavo centenario de la muerte del filósofo cordobés, la Sociedad de Filosofía Medieval celebró en Zaragoza su III Congreso Nacional bajo el título Averroes y los averroísmos, cuyo libro de actas se encuentra agotado. Una valiosa iniciativa, aunque limitada al ámbito de la filosofía medieval. Queremos, ahora, concederle un mayor eco, una dimensión internacional, para abrirlo al debate intelectual y, sobre todo, para dar a conocer su obra. Y es que su pensamiento continúa siendo válido e útil ante los múltiples retos de la compleja y atormentada sociedad actual, precisada, como nunca, de serenidad y razón. Ojalá lo consigamos. Averroes, un grande de la filosofía universal, bien que lo merece. Es nuestro y debemos reivindicarlo.

Almuzara también colaborará con el año internacional como sabe y puede hacer. Con su amplio catálogo sobre la materia y con la publicación en 2026 de una nueva obra sobre Averroes, que hemos encargado al catedrático Rafael Ramón Guerrero y que enriquecerá nuestro fondo dedicado a Al Ándalus, uno de los más destacados en la actual y disponible bibliografía en español.

La recuperación de los grandes pensadores, científicos y artistas de nuestro pasado andalusí comenzó en el siglo XIX con Pascual de Gayangos, aunque sería el escritor y diplomático Juan Valera (Cabra, Córdoba, 1824; Madrid 1905) quien reivindicara la justicia y razón de incorporar a los grandes pensadores andalusíes, tanto musulmanes como judíos, dentro de la tradición científica y filosófica española. Y entre cordobeses quedó la cosa, porque llegó a afirmar que, puestos a comparar el sabio hispano oficial por aquel entonces, el cordobés y romano Séneca, con el cordobés, también, Averroes, el musulmán habría resultado mucho más influyente y original, tal y como lo recoge Andrés Martínez Lorca en su obra fundamental La filosofía en Al Ándalus (Almuzara, 2017).

El reencuentro cierto con nuestros grandes pensadores hispano-musulmanes se produce con la obra de un gigante, Miguel Asín Palacios (1871-1944) –pensamos reeditar algunas de sus obras–, al que seguirían otros grandes, como Emilio García Gómez y Miguel Cruz. Como escribe Xavier Zubiri en una conmemoración de Miguel Asín Palacios, incluidos en la recopilación Escritos menores (Alianza editorial, 2011), en relación a esos grandes del pensamiento andalusí, «las grandes corrientes del pensamiento filosófico-teológico del medioevo cristiano son, así, la cristianización de las corrientes de pensamiento musulmán… que pertenece a nuestra historia por una razón mucho más honda que la de ser mera influencia transmisora».

Aunque Averroes es conocido por sus traducciones comentadas de Aristóteles, posee una amplia y original obra. En efecto, esa enorme repercusión e influencia de sus comentarios sobre el pensamiento de Aristóteles en los círculos escolásticos del medioevo, hizo que su propio pensamiento quedara oculto y sin traducción al latín. Para ahondar en la evolución de su pensamiento, en relación también con los tiempos y circunstancias que le tocaron vivir, recomiendo la obra Averroes. Una biografía intelectual, publicada por vez primera en Almuzara en 2011 y reimpresa en 2021, de Juan Antonio Pacheco, en el que se enmarca, analiza y desgrana la obra del que tuviera un “peso central en el pensamiento racionalista que marcó el rumbo de la modernidad de la que surgiría nuestro mundo presente. Averroes supone una cima del pensamiento universal en cualquier tiempo o lugar”.

Emilio González Ferrín, en su conocida e influyente obra Historia General de Al Ándalus, cuya sexta edición publicara Almuzara en 2021, escribe: «Sin llamarse a exageraciones ni furores de néofito, podría hacerse la historia de Al Ándalus como la del camino que lleva a Averroes». La bibliografía de Almuzara sobre el gran sabio es aún más amplia, pero queríamos citar tan solo algunos libros como muestra.

Averroes coincidió con otra gran figura internacional del pensamiento andalusí, Ibn Arabí de Murcia. Para Almuzara la figura del gran místico murciano es también de especial relevancia, al punto de dedicar toda una colección, HU, dirigida por Pablo Beneito, a su obra y pensamiento. Averroes, que significaba la razón, no se entendió con Ibn Arabí, místico. Se cuenta la anécdota de que el murciano fue testigo de su entierro. El cadáver amortajado de Averroes llegó sobre el costado de una mula, equilibrado en el otro lado de la angarilla por el peso de sus libros. ¿Realidad? ¿Una alegoría? Quién sabe. El caso es que dos gigantes del pensamiento universal coincidieron en el tiempo y el espacio, bajo el cielo andaluz.

Toca celebrar el centenario, a ello nos dedicaremos con pasión y, esperamos, también con inteligencia y razón.



* Este artículo fue publicado parcialmente en TheObjetive.com el 02/02/2025.

Manuel Pimentel
Editor y escritor.

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