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Xerardo, más allá de su actividad militar qué importancia cultural crees que tuvo el ejército romano. ¿Aún son visibles las huellas de su expansión? La relación entre el ejército romano y la romanización y la aculturación está plenamente estudiada y confirmada, cada día más. Los soldados, en su macuto, llevaban una forma de vida, una lengua, el latín (aunque a veces su latín era muy burdo), e incluso creencias religiosas. De hecho, está perfectamente estudiada la relación entre ejército y cristianización. El ejército, crea nuevos focos de romanización y nuevos consumidores de bienes romanos, nuevos imitadores de una forma de vida “a la romana”. En mi tesis doctoral he estudiado el caso del consumo del vino. Se suele decir que los comerciantes romanos les abrían el camino a las legiones. Los primeros en “romanizarse”, eran las élites de aquellas sociedades, pendientes de imitar a los romanos. Las huellas son perfectamente visibles, son indelebles; su lengua, es los países con lenguas romances, es la principal prueba de que fuimos “romanizados”. Tras los romanos, los europeos llevamos al Nuevo Mundo esa huella de romanización. El sistema bicameral, propio de la democracia contemporánea, aunque ya se apreciara en sociedades anteriores a la romana, como la sumeria, es algo que debemos a Roma a pesar de que su sistema era más complejo, por no hablar del importante papel del derecho romano en nuestras sociedades. En qué medida crees que Roma fue una civilización marítima. ¿Nos podrías hablar sobre el papel del ejército romano en la gestión del ámbito mediterráneo? Roma, inicialmente no tenía una excesiva preocupación marítima, pero durante la primera de las guerras púnicas, se enfrenta a una gran potencia marítima en el Mediterráneo Central, Cartago, y esto hace que Roma busque el tener su propia flota para enfrentarse con la misma. De hecho, la venció. Con las conquistas de las riberas del Mediterráneo, Roma ve necesario controlar el propio Mediterráneo. Roma forma parte de las civilizaciones mediterráneas, junto con la griega o la fenicia o la Egipcia; pero una cosa distingue a Roma de las otras, y es el dominio de toda la costa del Mediterráneo, tanto Oriental, como central y Occidental. Fenicios y griegos tuvieron sus fases colonizadoras, pero el control efectivo de cada uno de los países ribereños, es una cosa no vista antes de Roma. La marina, como elemento de control del mar Mediterráneo era vital, no sólo para el ejército, sino para la propia paz social. Italia, debido a las amplias conquistas que afectaron a su tejido agrícola, dependía cada vez más del cereal extra-itálico, sobre todo de África y Egipto. Este cereal llegaba en barco y se precisaba un mar limpio de peligros. De faltar este abasto de trigo, que era usado en la annona de la Urbs, para alimentar a la plebe, podían surgir problemas sociales, algo muy temido. La importancia del control del Mediterráneo se aprecia cuando Sexto Pompeyo, hijo de Gneo Pompeyo Magno, importuna con su flota al abasto de Italia: se hace necesaria su eliminación, ya que al controlar el mar tenía la llave para estrangular a Italia. Al propio Gneo Pompeyo Magno, padre de Sexto Pompeyo, se le concedieran con anterioridad poderes casi dictatoriales para que limpiara el Mediterráneo de piratas, con un notable éxito. Pero, la posesión de una flota, era igualmente importante para el abasto, y envío de tropas a los puntos más calientes del limes por medio del tráfico fluvial. Debemos señalar que en la antigüedad el comercio marítimo-fluvial era más barato y efectivo que el terrestre. El papel de la flota o classis, fue muy mal tratado en la historiografía, en relación con las legiones romanas. Mi libro asume tratar también este importante tema. Para el control de las fronteras o limes, había una classis Britannica, una classis Germanica y en el Danubio una classis Pannonica y la classis Moesica. Por no hablar de una classis Syriaca y en Egipto la classis Alexandrina. Las dimensiones territoriales de Roma fueron apabullantes. ¿Cómo organizaban la información, comunicación y coordinación de las tropas en un ámbito tan extenso. Cierto, lo fueron para su momento, pero suele sorprender que, en el momento de la máxima expansión del Imperio Romana, con el emperador Adriano (98-117), la superficie total del Imperio era inferior a la de los actuales EEUU. Los romanos eran organizadores natos, además de unos grandes expertos en logística. Sabían adaptarse sabiamente a cada una de las circunstancias que salían a su camino, y ello se manifiesta en sabias decisiones y adaptaciones cuando surgen los problemas debidos a una expansión territorial claramente mastodóntica. Para la administración, sabían conjugar a la perfección las esferas de lo público con lo privado. De hecho, para el cobro de impuestos, o la gestión de recursos con las minas, tenían una gran importancia las asociaciones de publicanos, que eran privadas, no públicos, cuya actividad era odiada por los nativos como apreciamos incluso en los evangelios. En lo militar, irían surgiendo una serie de cargos que precisamente se dedicaban a la logística, coordinación y comunicados. La perfección en la ejecución de estas funciones, deriva en algo más importante que la conquista de un territorio: el mantenerlo bajo nuestro poder, algo que es, sumamente más difícil. Aunque, como he mencionado con anterioridad, el transporte marítimo-fluvial era en la antigüedad más rentable que el terrestre, por razones obvias no podía recurrirse siempre a él. El viario romano, que como venas llevando sabia recorre toda Europa, es fundamental para estas funciones. Las vías romanas surgen por la necesidad de llevar tropas con la máxima celeridad. Una de las claves del éxito del ejército romano es su gran movilidad, sobre todo tras las reformas de Cayo Mario que hace que se reduzca la impedimenta, una movilidad de la cual Julio César será un claro ejemplo: César era extremadamente rápido. Una rapidez que, salvando el tiempo, tendrían también Napoleón Bonaparte, que por otra parte sería un gran comentador de la obra escrita de César. Napoleón sorprendía a todos con su rapidez, cuando lo pensabas lejos, de repente empiezas a escuchar el estruendo de sus cañones, como sucedió en Jena. Si Napoleón conocía bien la obra escrita de César, podemos presumir que lo imitaba en esto. En la gestión de la información y las comunicaciones tenían un gran papel los speculatores, los frumentarii o los beneficiarii, cuya principal función era el espionaje y el abastecimiento, pero que igualmente cumplían estas funciones de informadores, funciones también asimiladas por lo optiones. Por supuesto, una vez más, aparece lo privado, y los negotiatores eran un claro instrumento, actuando en la zona a veces incluso antes que la llegada de las propias tropas. ¿Cuáles crees que son los retos más importantes de cara la actual preservación y divulgación del legado romano? ¿Se puede hacer algo más allá de la arqueología? Nuestra sociedad es producto de nuestro pasado. No podemos cambiar el pasado, las cosas ocurrieron de una manera, no siempre como nosotros hubiéramos querido. Para acercarse al pasado hay que hacerlo libre de prejuicios, ideologías contemporáneas y con fidelidad al documento, escrito o material, sabiendo leer en él. Debemos preservar ese documento para los que vengan después, para que lo encuentren libre de supuestos espurios. Nuestro pasado romano está ahí, es innegable, es palpable con cada una de las palabras que pronunciamos. Incluso los distintos credos cristianos le deben muchas cosas a Roma, posiblemente tanto como a un judío del siglo I a.C. llamado Yeshua. Nuestras instituciones políticas, nuestro derecho, todo tiene a Roma y al mundo romano es sus cimientos. No hace falta acercarse, pues, a un yacimiento arqueológico romano, pues, para ver al mundo romano, ese mundo vive, no en unas ruinas, sino en nuestra sociedad, en nuestro modo de vivir y de ver las cosas. La arqueología es muy importante, y la continua excavación, consolidación y restauración de ese legado material; pero no es sólo cuestión de arqueología, de legado material, también hay un legado romano inmaterial que camina con nosotros, dentro de nosotros y de nuestra sociedad, un legado vivo. Señalar al ciudadano ese legado, por medio de la educación, es vital. Hacer ver a nuestros jóvenes que somos lo que somos gracias (o culpa de, esto es cuestión de pareceres) a Roma. En el sistema de estudios preuniversitario está la asignatura de “cultura clásica”, que creo que es fundamental en este aspecto. Espero que aguante ahí y supere todas las tormentas contrarias a las Humanidades que asolan nuestro sistema de estudios, reduciendo horas lectivas de las mismas. Es curioso que, cuando hoy escuchamos el concepto de “latino”, pensamos en las comunidades hispanoparlantes (y lusoparlantes) de la otra orilla del Atlántico, no en nuestra sociedad. Somos latinos, nuestro mundo es heredero de Roma. El mundo de la divulgación histórica debería asumir como reto vencer las barreras psicológicas, creadas a veces por esnobismos, que nos impiden ver lo que somos: herederos de Roma. Más allá de las legiones en tu libro das a entender cómo el ejército romano abría su base gracias a las tropas auxiliares. ¿Nos podrías comentar este aspecto? ¿De dónde procedían, cuál era su extracción social? El papel de las tropas auxiliares era vital y de gran importancia en el aparato militar de Roma. Implicaba la asimilación en el ejército romano de combatientes carentes de la ciudadanía romana, comenzando por los de ciudanía latina de la propia península Itálica. La mayoría de las veces, tenían funciones y equipamientos propios, que los diferenciaba de los legionarios, tales como los honderos baleáricos, pero a veces su equipamiento y entrenamiento era equiparable a las de los legionarios y sólo eran diferenciados por la posesión de la ciudadanía romana. Este factor es diluido con la concesión de la ciudadanía romana a todos los habitantes del Imperio por parte de Caracalla en el 212. Había un factor de origo, de origen, más que un factor social en el reclutado de estos efectivos en sus diferencias respecto las unidades legionarias; eran extraídos de comunidades aliadas. Los no-romanos, tuvieron un gran papel en la expansión de Roma de hecho entre los años 91 y 88 a.C., se produce la guerra social (de socii = aliado, no de “sociedad”), también llamada “guerra mársica” por el papel de este pueblo itálico en la conflagración. Estaban hartos de que su sangre y su sudor corriera pareja a la de los romanos sin que ello derivara en beneficios tangibles. Finalmente, los aliados que formaban parte de estas tropas que en nada se diferenciaban de los legionarios, consiguen que se tengan en cuenta sus reclamaciones y consiguen la ciudadanía latina, mucho antes de la mencionada concesión de Caracalla del 212. Cuando un militar se licenciaba, honestio missio, es decir, con honores y sin perjuicios, entre otras cosas se le concedían el ius civitatis, la concesión de la ciudadanía. El hecho de que esos socii se manifestaran de esa forma, hasta el hecho de degenerar en una guerra por sus reclamaciones, demuestra que estas unidades tenían un gran peso en las conquistas. Muchas veces, las unidades auxiliares eran las responsables de iniciar una batalla, provocando al enemigo, siendo infantería muy ligera, arqueros u honderos. No sabemos si nos puedes avanzar algo, pero tus actuales investigaciones en torno a la viticultura itálica suenan interesantes. ¿Ves algún hilo conector entre aquella industria del vino y la actual? Podemos señalar un hilo común entre nuestra viticultura y la romana: que era un consumo de masas, con vinos para las clases más pudientes y las más desfavorecidos, cada una tenía propia carta de vinos, desde el más valorado Falernum, hasta lo que llamaríamos hoy “vino peleón”. Incluso entre la tropa romana era habitual la bebida de la posca, un refresco sucedáneo de vino a base de vinagre y agua, posiblemente la que le ofrecieron a Jesús cuando estaba en la cruz. La lora, igualmente de ínfima calidad, también era común entre los esclavos. La conversión del vino en un producto de consumo de masas, como suele pasar, fue en detrimento de su calidad, y tras una edad de oro, en los siglos II y I a.C., a inicios del Imperio se opta más por la cantidad que la calidad. Es lo que se dice “morir de éxito”. Las técnicas de los romanos, que nos comunican agrónomos como Catón, Varrón o Columela (este último hispano de la Bética), duraron hasta el siglo XVIII en gran parte. Pero eso no quiere decir que el vino no cambiara, por la contra, una de las preguntas que me hice en mi tesis era si hoy en día sabríamos apreciar un vino romano. La respuesta es no. El producto final de la viticultura romana es muy distinto a nuestro vino, muy muy diferente, en sabor y en textura. Los romanos usaban de alicientes que hoy nos parecen por lo menos extraños, como la pez, arcilla, polvo de yeso (usada hasta el siglo XIX). Han llegado hasta nosotros restos de vino, sobre todo en pecios bajo el mar, y además siguiendo a los agrónomos, autores como A. Tchernia J.-P. Brun o M. Indelicato han pretendido, por medio de la arqueología experimental, hacer uno vino “a la romana”. Pero, hay factores que no podemos imitar. Los agrónomos omiten información, ya que la obviaban en sus lectores, y además las propias especies de uvas eran distintas. Hay muchos factores que no podemos replicar el pleno siglo XXI. El vino sería más espeso y siempre era reducido mezclado con agua, En resumen. ¿Cuáles son las claves del éxito del ejército romano? Son varios los factores que explican y justifican el éxito del ejército romano, éxito innegable. El ejército romano no nació con esa perfección, es producto de una evolución en donde podemos señalar una serie de factores que se fueron conquistando a lo largo de la amplia historia de Roma: man power, adopción y mejora del armamento del enemigo, adaptabilidad al terreno, movilidad, rapidez y excelencia logística. La principal clave de este éxito es el man power, como se aprecia en la rapidez con que Roma se recupera de derrotas, incluso de las más catastróficas como la de Cannas ante Aníbal en el 216 a.C. Si derrotabas a una o dos legiones, pronto Roma te enviaría otras tantas: en una guerra de desgaste, como la que suponía aquella Segunda Guerra Púnica, Roma tenías las de ganar. Su capital humano y capacidad de recuperación era admirable. Otro factor es la asimilación, y mejora, del armamento del enemigo, tales como la gladius de los hispánicos. La posibilidad de adaptación al terreno es otro factor a destacar. Alejandro Magno, necesitaba para que su falange con sus largas sarisas y sus cargas a caballo fueran eficientes de terrenos muy llanos, amplias llanuras, teniendo la suerte el macedonio que los persas buscaban también ese tipo de terrenos para poder usar sus carros falcados. Pero Roma consigue no tener esta dependencia del terreno; tras superar su fase inicial de falange hoplítica que podemos asimilar con las griegas, el ejército romano se convierte en un ejército “todoterreno” podemos decir. Ello se consigue con la subdivisión de los efectivos en cuerpos menores que pueden actuar de forma independientes, desde la numerosa cohorte hasta la centuria, pasando por el manípulo. Esta subdivisión, empieza ya a llevarse a cabo con las reformas de Furio Camilo, pero las reformas de Cayo Mario a finales del siglo II a.C. fueron sin duda las que dieron forma a esa perfecta máquina de guerra que podía realizar tácticas, como las envolventes, gracias a la subdivisión de sus efectivos. La rapidez del ejército romano asombraba a sus enemigos, gracias a las reformas de Mario, que reducen la impedimenta de un ejército en marcha. Esta rapidez hace que sea innecesario la concentración de tropas en el terreno, simplemente las pones en una posición central, y desde ahí las movilizas si es necesario. Ello reduce el número de efectivos para el control efectivo de un territorio dado. Ello era gracias, en gran parte, a las vías romanas. Por último, una clave fundamental para explicar ese éxito es la logística romana. Los romanos eran unos maestros de la logística: el arte de llevar recursos y hombres allí donde se precisaban en el momento preciso. De ello se encargaban algunos de los efectivos militares, como el praefectus castrum, que además conectaba el alto mando con el estado mayor. Las obras públicas, como puentes que eran levantados en tiempo récord, como el que levanto César sobre el Rin para ordenar de forma inmediata echarlo abajo, explican tanto la rapidez de las tropas por el terreno como la excelencia logística. Xerardo Torrado Agulla es autor del libro Ejército romano publicado por Erasmus. |
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