En 1995 Javier Marías reconocía en un artículo para El País Semanal titulado «Letras de fútbol» que hasta mediados de los setenta «no había un intelectual que se atreviera a confesar públicamente que le gustaba el fútbol, algo mal visto, “de derechas” si no franquista, una especie de opio del pueblo con el que se le engañaba y se lo apartaba de la lucha social». Este estigma ha perseguido con saña durante demasiado tiempo tanto a hacedores como a consumidores de cultura futbolera. Porque sí, ese término aparentemente antitético existe. La cultura futbolera remite a un atavismo que se adentra en el mito. ¿Quién discute en estos momentos que el futbolista moderno no es sino un héroe reencarnado? ¿No fueron objeto de Odas como Cantares leyendas como Samitier o Platko? ¿No podría ser Maradona pintado en vasijas como lo fue Hércules en la antigüedad? ¿No son iconos de nuestra época Messi o Cristiano Ronaldo a semejanza de lo que fueron Lord Byron o Wilde en otras? Y, claro, donde hay herencia cultural hay legado. Nos terminaremos ciñendo a la literatura por mera coherencia y mímesis con este entorno, pero basta con visitar el National Museum of Football de Manchester o el Museo della Figurina de Módena para comprobar cómo este espectáculo ha generado belleza en muchos formatos. Tantos como permite nuestra (casi) ilimitada imaginación humana. Pero centrémonos. Sobre fútbol se puede escribir de cinco maneras. La más primaria, la que se refiere a su interés meramente práctico y deportivo, nos envía a los manuales. Lo que en origen era un juego cada vez se ha convertido más en una ciencia y, por eso, quienes deben avanzar en su desarrollo plasmado sobre el verde deben actualizarse a conciencia. Los tres estilos básicos de plantear un partido de fútbol -a mi magro entender- son el que promulga Guardiola, el que defiende Simeone y el propuesto por Klopp. Pero si uno desea entender más del desarrollo de las diversas tendencias estilísticas debe dirigirse a maestros como Martí Perarnau, que ha expuesto en su La evolución táctica del fútbol todo lo que sobre esta materia se debe conocer. La segunda forma de hablar del fútbol es la que envía a la primera persona desde el prisma del profesional. Claro está, lo más divertido de estas biografías peloteras está mucho más allá de lo que ya se conoce por lo visto sobre el terreno de juego. La honestidad brutal del futbolista -ex futbolista generalmente cuando lo redacta- redunda en el interés de la obra. Si me tengo que quedar con dos, sin duda resalto Anpfiff: Enthüllungen über den deutschen Fußball, de Harald Schumacher y que se tradujo en español -no sé por qué- como Tarjeta Roja y Nunca recordaré haber muerto, de Julio Alberto Moreno. Prima hermana del anterior subgénero sería el del aficionado erudito, que cada vez son más. Son autores que siguen la estela del maestro Nick Hornby y su Fiebre en las gradas. La colección Hooligans Ilustrados, de Libros del K.O. reúne a una serie de plumas jóvenes y brillantes -Antonio Agredano, Pepe Lobo, Enrique Ballester, Sergio Cortina…- que escriben sus vivencias en la grada y en sus vidas. Mejor dicho: lo que la grada se ha metido en sus vidas y viceversa. Me resisto a obviar a Juan Tallón y su antológico Manual de fútbol o el Hijos del fútbol, de Galder Reguera. La cuarta manera de transportar el olor a césped al papel es la que se circunscribe a lo histórico. El rigor y la -relativa- ecuanimidad debe imperar en esta manera, que incluso se debería ajustar a los rigores de la CIHEFE - Centro de Investigaciones de Historia y Estadística del Fútbol Español-, en cuya web se pueden encontrar los mejores trabajos y los más sesudos sobre la materia. Recientemente un historiador amante del fútbol como Toni Padilla ha lanzado al mercado su El historiador en el estadio, en el que recorre el mundo y el tiempo montado en un balón. Los antihéroes de la Liga, de José Manuel Quesada es otro magnífico ejemplo que además está adaptado a todos los públicos. La ficción pura y dura sería la quinta manera de marcar un gol literario. Y, lo mejor, el escritor puede solventar sus complejos y frustraciones peloteros encarnándose en la estrella que nunca pudo ser en el 100x70. Hay tantos autores que han añadido la sal del fútbol a sus escritos que resultaría injusto destacar a uno. Eso sí, si debiera quedarme con un solo libro de fútbol imaginado sin duda lo haría con el ¿Cómo llegamos a la final de Wembley?, de J.L. Carr. Y al margen de todos estos géneros y estilos está lo que yo denomino Maradonalogía. A la -puede ser rebatible, pero no opinable- mayor personalidad que este deporte ha dado a la historia se le han tributado tantos artículos, suplementos y libros que requeriría un análisis en mayor profundidad. Baste con una simple búsqueda en Google para comprobar la universalidad de este nombre. Demonio y Profeta. Pecado y redención. Único. Genio. En Argentina, incluso, hay un libro dedicado a explicar la Iglesia Maradoniana con una sección destinada a sus salmos. Después de todo lo expuesto y evocado, a uno le entran ganas de seguir indagando y escudriñando en ese cajón desastre que es el fútbol. El de ahora, el de antes… y el de siempre. Porque, como en los libros y en la vida, la mejor jugada siempre está por firmar. Toni Cruz es autor, entre otros, del libro Córdoba CF. Infinita pasión. |
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