¿Te han enseñado a aprender? Hoy, que todos estamos inmersos en desarrollar la competencia de «aprender a aprender», yo me lo sigo cuestionando. ¿Me enseñaron a aprender?, ¿a utilizar mi mente de forma inteligente? Mi editora dice que yo parto de la realidad, de mi experiencia, y la convierto en conocimiento. Y suele acertar. Tiempo atrás, pensaba que era lo común y que lo hacíamos todos de forma general. Luego he ido aprendiendo que no lo es, se trata de una de las distintas formas de aprender con las que contamos. A mí, por lo visto, en el reparto de «modos de aprender», me tocó la experimentación. Me apasiona el conocimiento académico; lo he disfrutado, aunque también, en ocasiones, me ha aburrido, dependiendo del docente, de su amor por lo que enseñaba y de su capacidad para transmitir esa pasión. Estudiar, leer, escuchar y comprender el conocimiento y las teorías es necesario, imprescindible diría yo, pero, ¿cómo podemos hacerlo nuestro y que no quede en un mero conocimiento externo a recordar? Para aprender y generar conocimiento necesitamos poner nuestra mente en modo «aprendizaje-apertura». Y, pensaréis, ¿cuál es ese modo? Trataré de explicarlo hasta donde sé hacerlo hoy. Mañana sabré más. Poner la mente en modo aprendizaje es observar detenidamente, escuchar al otro con interés, mirar con intención de aprender, y ver cómo se relaciona todo eso con lo que sabemos. Integrarlo en nosotros mismos, podríamos decir. Nos gusta tener razón, y sobre todo seguridad en lo que sabemos y hacemos. Nos gusta todo aquello que nos confirma, que nos refuerza. Pero, sin cierta inseguridad razonable, sin algo de incertidumbre, el mundo no cambia y nosotros tampoco. Abrir nuestra mente, ponerla en modo aprendizaje, es permitir cierta inseguridad manejable para poder cambiar, si así lo consideramos. Aprendo desde mi «organismo de aprendizaje», desde mi apertura y desde el respeto a un otro diferente. Cada persona tiene su propio camino de aprendizaje: diversidad y conocimiento van unidos. Los órdenes rígidos, rechazantes e inflexibles no pueden generar conocimiento, puesto que lo niegan desde su propia raíz. Solo son capaces de ver un único modelo, pero hay muchas formas de conocer y comprender el mundo, no solo una. Imaginemos que todos aprendiésemos de igual forma, conociésemos la realidad de la misma manera y estableciésemos idénticas estructuras del orden de la vida y el mundo. Nada hubiésemos avanzado. Escribir este libro ha supuesto un reto para mi mente. Primero, me enfrenté a la decisión sobre qué escribir, después pensar sobre cuál sería la forma más apropiada para que resultase atractivo y útil. Siempre he considerado que el conocimiento no puede ser simplificado sin más, sino que es nuestro trabajo presentar lo complejo de forma sencilla y democrática, para que pueda llegar al mayor número de personas posible. Sin conocimiento nada somos y no podemos avanzar. Aprendí, gracias a mis alumnos y alumnas, qué era lo que costaba más aprender, cómo organizar procesos de aprendizaje, cómo secuenciarlos para que resultase todo más fluido, menos estresante y más cercano a sus propias realidades. Sobre todo, aprendí que, si no eran protagonistas de su propio proceso, de nada servía el curso o taller. No se integraba lo trabajado, no lo hacían suyo. ¿Qué hace que cerremos o abramos nuestra mente al aprendizaje? Que el proceso sea nuestro, que sea real. Que seamos protagonistas acompañados en nuestro propio recorrido, que nos ayuden a saber aprender. Nuestro trabajo es posibilitar tal proceso, crear el contexto, diseñar la estrategia para que cada uno pueda crear, porque si aprendemos, creamos. Y esta es la intención de mi nuevo libro, Organizaciones Inteligentes, crear un contexto que a cualquier persona le permita aprender aquello que necesite. Probablemente, si lo releemos en otro momento de nuestra vida, nos posibilite aprender otras cosas diferentes. Nuestra mirada hacía la realidad tiene muchos matices. Podemos mirarla y ver lo que nos han dicho que debemos ver, o podemos mirarla observándola detenidamente, viendo las relaciones entre los elementos que la conforman, para luego procesar toda esa información. Porque la realidad es una escuela por sí misma, está ahí para que podamos aprender. El foco lo debemos poner en nuestras mentes; en su estado y en su capacidad de aprendizaje. Somos organismos inteligentes y organizaciones con capacidad para aprender, para modificar y transformar. Tratemos de no olvidarlo. Recordemos lo que somos y hagámonos preguntas para pensar, para crear mente. Nos hacemos muy pocas preguntas, y, sin preguntas, ¿cómo construiremos nuestra mente? Sin preguntas, con sólo certezas aprendidas, la mente se queda a media luz. Es curioso lo de las preguntas, muchas veces las suelto así, al aire, en voz alta, y la gente con la que estoy en ese momento se apresura a contestármelas. Les suelo explicar que me hago preguntas para pensar, me dicen que sí, que claro, pero no se ponen a pensar conmigo. Acabar con la incertidumbre y agarrarse a una certeza da mucha seguridad, pero a mí me aburre. Cuando imparto cursos, talleres o charlas, pregunto. Una vez lanzada la pregunta, ves cómo al interpelado le cambia la cara, le molesta, le supone un esfuerzo, le estoy pidiendo que frene el libre discurrir de su mente y ponga orden en el pensar, y… bien bien no le parece. Contestan, en muchas ocasiones, como por compromiso, por educación. Preguntarnos es pensar, es dirigir nuestra mente de forma organizada para generar conocimiento, para crear. Hagamos preguntas y enseñemos a construir preguntas. Pensar es hacer, porque es analizar previamente a la acción. Frenar automatismos. Somos seres sintientes y pensantes que experimentamos situaciones vitales. Convirtamos los actos en aprendizajes. Ofrezcamos no solo conocimiento a las personas, sino la forma de crear este conocimiento. ¿Qué somos sino organismos que aprenden? |
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