El libro, un lugar en el que quedarse
Los más recientes estudios, datos, análisis y evidencias nos muestran que existe un cambio de ciclo, en cuanto a nuestros hábitos lectores, entre antes y después de la pandemia
29/08/2022

Los más recientes estudios, datos, análisis y evidencias nos muestran que existe un cambio de ciclo, en cuanto a nuestros hábitos lectores, entre antes y después de la pandemia, y hasta podríamos hablar más concretamente del confinamiento. Acabadas todas las series, Netflix esquilmado, recluidos en nuestras casas, sin posibilidad de acercarnos hasta el bar de la esquina, la Liga de fútbol paralizada, saturados de mensajes en los grupos de WhatsApp, mil ganadas y perdidas las partidas de parchís, más que dicho todo con los nuestros, descubrimos que esos objetos inertes, que nunca mugen ni piden nada a cambio, a pesar del polvo que consentimos que acumulen, pueden ser una estupenda compañía. Una compañía de horas y de vacíos, que en muchos casos puede que llegara como un clavo ardiendo, o como ese tablón que navega salvador en mitad del océano, pero que una vez conocida y disfrutada tal vez haya llegado para quedarse. Dicen que hasta las circunstancias más adversas, lo más negativo, siempre esconden algo positivo, que todo mal encierra en su interior, a modo de oxígeno o tirita, algo de bien, aunque sea pequeño. Como una metáfora de nosotros mismos, o del propio mundo, hasta lo más perverso es capaz de ofrecer una hebra de esplendor, un momento de luz. Sí, hubiera sido preferible no haber pasado por todo esto y que nuestros hábitos lectores no hubieran cambiado, desde luego, pero ya que ha sucedido, ya que hemos llegado a la isla, vamos a explorarla, a conocerla, y sobre todo a disfrutarla.

La lectura no da sentido a nuestra vida, y quien así lo crea renuncia a demasiado, pero sí que es verdad que la hace más rica y plena, más atrevida, más curiosa, más inquieta, más llena de todo. De historias, de personas, de lugares, de momentos que, de otro modo, jamás habríamos podido haber vivido. Podemos acudir a la lectura por placer, por buscar emociones, por saber más, por aburrimiento, y por mil motivos más, pero nunca renunciemos a hacerlo por sentirnos acompañados. No renunciemos a su compañía, que para nada la infravalora. Todo lo contrario. Sólo deseas estar, sólo buscas a quien estimas. Yo no imagino la vida sin lectura, del mismo modo que no la imagino sólo con ella, hay más, por supuesto, pero sí que es un ámbito, un elemento o inquilino de mi propia existencia que me reporta tanto que no estoy dispuesto a renunciar a su compañía. La palabra compañía, referido a todo, a todos, esconde muchos más matices de los que imaginamos. No todo, no todos, lo consiguen, porque normalmente la compañía, no la convivencia o en el encuentro, que son diferentes en gran medida, se escoge. Como a una pareja, que es la única relación sentimental que escogemos en nuestras vidas. Todas las demás, aunque las amemos profundamente, nos llegan sin preguntar. No escogemos a nuestros padres, tampoco a nuestros hermanos o primos; no escogemos a nuestros hijos. Son el resultado de combinaciones y de circunstancias que no terminamos de controlar. Pero sí escogemos a los libros que nos acompañan a lo largo de nuestras vidas. Y muchos de ellos son importantes, por los más diversos motivos, que pueden ir de la insignificancia a la profundidad.

Llegados a este punto, lanzada el ancla a sus páginas, agarrada a sus palabras, no renunciemos a la compañía del libro, y entendámoslo como un buen lugar en el que pasar una parte de nuestro tiempo. Un lugar en el que quedarse, puerta de otros muchos lugares, la mayoría desconocidos, inimaginables, gratos, sorprendentes, luminosos, terribles, misteriosos o acogedores. Me reafirmo, sólo los libros no dan sentido a la vida, pero sin ellos sería mucho más fea y aburrida. Y en mi caso, y en el de muchos, tampoco soy una excepción, más solitaria. Insisto: no renunciemos a los libros como compañía, que no es frivolidad, excusa o devaluación, es el sincero deseo de la necesidad. A ser quienes no somos, a estar donde nunca hemos estado, a vivir más. Eso es demasiado: vivir más.


Salvador Gutiérrez Solís es autor, entre otros, de: El lenguaje de las marea y Los amantes anónimos. (Artículo publicado originalmente en El Día de Córdoba).

Salvador Gutiérrez Solís
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