El tiempo libro
Simplemente abro los libros y los leo, sin mirar el móvil o el reloj, sin cargo de conciencia o ansiedad. Me dejo llevar, sin rumbo predeterminado, sin fechas límites. Leo en soledad, sin que me vean, sin que me graben, sin que me miren. Leo para pra
16/10/2017

El último paradigma del ocio es la lectura, al menos para mi. Y como tal, es mi estandarte anti-sistema, mi credo revolucionario. En un mundo donde  todo se cuantifica, se ordena, se programa, se analiza, se encasilla… leer  por leer es el mayor acto de rebeldía que poseo.

Sin darnos cuenta estamos profesionalizando todos los sectores de la vida. La educación se ha contaminado de objetivos, de tareas cooperativas, de palabras como creatividad y emprendimiento, de metodologías basadas en trabajo por proyectos, de coaching, de resiliencias…  Y sin darnos cuenta también profesionalizamos nuestro tiempo libre, nos convertimos en cocineros expertos, en runners semi-profesionales (hasta maratonianos), en ciclistas obsesivos o en sumilleres delicados. Ya no se bebe por placer, no se corre por placer, no se cocina por placer, todo se hace para mejorar, para perfeccionarse, para superarse, para optimizar. Nuestras vidas se están convirtiendo en un neg-ocio. Estamos  asistiendo a una sutil y seductora mutación del tiempo-libre tal y como lo hemos conocido.

Lo paradójico del asunto es observar cómo las personas  se declaran y manifiestan felices en la vorágine de una hiper-actividad hedonista en la que es paso obligado: visitar países, restaurantes, museos, conciertos, experiencias…  y colgarlo en tu muro de Facebook o Instagram. Y desde fuera todo parece un ritual social donde nos auto-imponemos una lista de chequeo (check-list), en la que marcamos cada uno de estos acontecimientos predeterminados y socialmente programados que prescriben el camino hacia la felicidad. Pero las estanterías de los libros de auto-ayuda se incrementan sin fin. Libros que se auto-nutren entre sí, libros que decretan los pasos necesarios para alcanzar el éxito, al lado de otros que te persuaden para lidiar con el fracaso, la depresión, la tristeza o la ansiedad, en lo que Lipovetsky definió como «La era del Vacío».

Como tabla de salvación y credo, y viendo el devenir de  los acontecimientos, he decidido aferrarme a mi tiempo-libro. Igual suena naif, improductivo, obsoleto, rancio e incluso insulso, pero leo por leer, sin más pretensión, sin aspirar a aprender o emocionarme, sin esperar grandes descubrimientos o  experiencias. Simplemente abro los libros y los leo, sin mirar el móvil o el reloj, sin cargo de conciencia o ansiedad. Me dejo llevar, sin rumbo predeterminado, sin fechas límites. Leo en soledad, sin que me vean, sin que me graben, sin que me miren. Leo para practicar el arte del anonimato y  de la singularidad discreta.

Por todo ello y en plena posesión de mis facultades mentales, me declaro anti-sistema y feroz enemigo del tiempo-libre.


José Carlos Ruiz
Licenciado en filosofía, experto en hipermodernidad, profesor y autor de libros.

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