El ambiente de lectura en casa lo generamos con el ejemplo de los padres, visitando frecuentemente la biblioteca y librerías; y disminuyendo el uso de las pantallas. Estos son los elementos clave que favorecen la lectura. Pero al final lo importante es que nuestro hijo lea por gusto frecuentemente y eso a veces surge de la manera más inesperada. Eso no quita que pongamos los medios y generemos un entorno para disfrutar de la lectura. De siempre el ejemplo va por delante en educación. Todo lo que los hijos vean hacer a sus padres será motivo seguro de imitación en el presente o en el futuro. Y si no, tiempo al tiempo. En el caso de la lectura en muchos casos exigimos lo que nosotros no vivimos. Hay que recordar que nadie da lo que no tiene. Por eso en casa hay que crear espacios y tiempos de lectura. Sitios donde no haya pantallas o que estén apagadas y donde se pueda estar relajado, leyendo los libros que nos gustan. Este ambiente a lo largo del tiempo es un gran ejemplo para nuestros hijos. Este hábito personal de los progenitores calará en la medida en que seamos constantes y transmitamos de manera natural nuestra pasión por la lectura. Lo conseguiremos si cultivamos nuestra afición por leer libros que nos aportan y nos gustan. Decía recientemente en un artículo en El Debate, Ismael Sanz, acerca de los beneficios del ejemplo en la lectura de los padres, el siguiente beneficio que produce el ejemplo de los padres: «Es interesante observar que los alumnos españoles de cuarto de primaria, a cuyos padres les gusta mucho leer, alcanzan 540 puntos en la prueba internacional de lectura PIRLS. Sin embargo, los estudiantes de primaria a cuyos padres no les gusta nada leer tienen 498 puntos. La diferencia entre 540 y 498 puntos es de casi un curso escolar. Es decir, los alumnos, a cuyos padres les gusta leer llevan casi un curso de ventaja ya en cuarto de primaria con respecto a los que no tienen ese ejemplo en el hogar». Por otro lado, otras grandes aliadas para entusiasmar a nuestros hijos con la lectura son las bibliotecas. La visita frecuente a la del barrio, sacar el carné de usuario, la lectura de los títulos de las novedades que se han recibido, el hojear los libros que nos gustaría leer (pero que no tenemos tiempo, porque no hemos acabado el que tenemos entre manos) o el pasar ratos leyendo desinhibido de la realidad, generan en nuestros hijos la afición por la lectura. De igual manera, la visita frecuente a las librerías, para ver las novedades y comprar un libro que deseamos desde hace tiempo, desarrolla nuestro deseo de disfrutar leyendo y aprender sobre lo leído. Un gran enemigo del ambiente de lectura es el uso de la pantalla de manera frecuente, ya que impide la concentración y una óptima comprensión lectora. Aunque el término pantalla es muy amplio, porque se puede referir al uso del móvil, la tablet o la TV. En todos los casos, el uso de pantallas limita el desarrollo de un hábito sólido de lectura. Ya porque la lectura estable requiere atención, serenidad y no estar enganchado o viciado con las RRSS, juegos online o cualquiera de las maneras de alejarnos de la realidad. Y más a temprana edad, cuando no está formada la estructura del cerebro. Los hábitos digitales son más rápidos de adquirir, pero generan un control sobre su usuario, nos adormecen o anestesian. En cambio el hábito de lectura despierta el afán de saber y aprender cosas nuevas. La lectura nos cultiva, nos mejora y nos forma como personas. El ambiente necesario para ser lector requiere generar un ambiente con las condiciones expuestas durante el artículo, además de mucha paciencia y tiempo para que arraigue. Al final unos buenos resultados obtenidos por el hábito lector son muy positivos, además de duraderos en el tiempo. Conseguir que nuestro hijo sea un buen lector y se cultive con la lectura, requiere tomar la decisión de apostar con la lectura y de generar un ambiente necesario para ello. Álvaro Gil es autor, entre otros de El secreto de Urdaneta y las islas de las especias. |
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