Este discurso de Bernardino de Escalante es la primera descripción de China en lengua española que vería la luz en letras de molde y uno de los más importantes relatos de viajeros a Oriente de la época. Se imprimió en 1577, en pleno apogeo del reinado de Felipe II y en uno de los momentos de mayor relevancia política de la corona castellana, cuyo imperio colonial rivalizaba con el portugués en extensión e importancia y se veía amenazado por la piratería inglesa. La expansión sin precedentes del conocimiento geográfico en la Europa moderna, de los siglos XV, XVI y XVII, tuvo una traslación directa en el ámbito de las letras, que afecta directamente a la concepción de un «otro» hasta entonces mal conocido, o sólo atisbado y mitificado por la leyenda. No obstante, aunque los europeos pasarán a tener una idea más precisa de las que antaño fueran tierras ignotas, el conjunto de tópicos sobre el oriente «maravilloso» que había nutrido la imaginación de las gentes del Medioevo y de los lectores de Marco Polo persistiría con fuerza hasta las últimas décadas del siglo XVI. El interés y la curiosidad ininterrumpidos por estas sociedades complejas y fascinantes quedarían consignados en una extensa y rica tradición de textos dedicados a la descripción de la sociedad, los pueblos y las costumbres orientales, unos textos que no pueden separarse de la realidad política y de los intereses económicos y de liderazgo de la metrópoli europea y de los colonizadores desplazados a estos nuevos mundos.