Tuvieron un peso muy importante en la historia de la Iglesia y de su doctrina. Pero, ¿quiénes fueron? ¿Por qué los recordamos como padres y doctores? ¿Cuál fue su legado doctrinal e intelectual? ¿Sigue viva, hoy, su doctrina?
A menudo se recuerdan las sabias palabras del papa san Pablo VI en Evangelii Nuntiandi: «el hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan», sin embargo la célebre cita continuaba: «si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio».
Los padres y doctores de la Iglesia no fueron testigos directos de Cristo y, sin embargo, fueron maestros del tiempo en que vivieron y para el futuro que llegaría tras ellos. A través de sus palabras y escritos, reafirmaron el tesoro doctrinal de la Iglesia para todos los tiempos venideros. Gracias a su testimonio de vida, también plasmaron la forma y el cómo está llamado a vivir la vocación cada cristiano independientemente de su condición. Y los documentos que dejaron tras su muerte, han servido de orientación y testimonio a multitud de cristianos que llegaron siglos después.
La Iglesia ha necesitado de hombres y mujeres que profundizaran y explicaran en cada momento histórico la fe heredada de los apóstoles, en muchos casos impidiendo que se tergiversara el mensaje, traduciéndolo con fidelidad al lenguaje filosófico de cada tiempo. Esta es la gran labor llevada a cabo en un primer momento por los padres. Luego, después de la época patrística, fue una labor retomada por los doctores.
En estas páginas el lector podrá acercarse a estas importantes figuras de la Iglesia: saber qué son (padres o doctores) y quiénes son, qué escribieron y cuál fue la aportación de cada uno de ellos en su momento histórico.
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