La misión de un editor no solo trata de recibir y seleccionar las obras que le llegan. También tiene una misión de prospección, de intuición del mercado de las ideas y olfatear en la actualidad, tratando de descubrir los gustos que el mercado demanda. En esta línea, Sekotia ha sabido ir posicionándose con varias líneas entre las que «Mi expediente favorito» es una colección que se ha especializado en los ensayos y la narrativa true crime, que es una tendencia en alza, quizá suscitada por ciertas series de televisión. Este género no es novela negra. La diferencia más importante está en que la primera cuenta de forma ensayística o narrada casos reales de crímenes y asesinos que han existido, mientras que la segunda es ficción. La idea de poner en marcha esta colección surgió a raíz de un programa radiofónico que planteaba al oyente una breve biografía de algunos grandes asesinos en serie, mientras que la segunda parte consistía en entrevistar a un especialista (criminólogo, forense, policía, funcionario de prisiones…) que aportaban al programa la parte documental. De esta forma, «Mi expediente favorito», desde el principio se proyectó como un propósito editorial compartido especialmente con emisoras de radio y, de hecho, se estrenó en la COPE con Adolfo Arjona. Consistía en una colaboración semanal que terminó desembocando en edición de libros basados en la primera temporada. Desde el principio, el objetivo de la colección era aportar información en base a hechos reales y enfocarlos a la investigación criminal. A esta primera temporada corresponden cinco títulos: John Wayne, el payaso asesino de Miguel Janer; Mary Bell, la niña asesina de Marcos López Herrador; H. H. Holmes, el hotel de los horrores de José Manuel Frías; Richard Kuklinski, el hombre de hielo de un servidor; y Enriqueta Martí, la vampira de Barcelona de Francisco Segarra. El género elegido fue el de biografías narradas y, como en el programa radiofónico, se estructuraban de la misma forma: Introducción de Adolfo Arjona como director del programa radiofónico, el desarrollo biográfico en formato novelado, ceñido a la verdad histórica y, finalmente, el aporte de algún experto con la que se completaba la obra. La segunda temporada pasó a llamarse «Vidas asesinas», en colaboración con la extinta Radio Ya cuyos podcasts todavía pueden oírse en Ivoox y prueba del interés por los programas es que no paran de crecer sus descargas con comentarios verdaderamente alentadores, incluso ahora, cuando lleva más de un año sin aportar nuevos programas. Esta segunda temporada aportó cinco nuevos asesinos: Henrí Desiré Landru, el Barba azul de Gambais, de David Verdejo; Gary Ridway, el asesino de Rio Verde, de Barroso-Benavente; Jean-Claud Romand, mentiras asesinas de Ana Bolox; Ed Gein, el carnicero de Plainfield, de Josefa García Ramos; y Alexander Pearce, el caníbal irlandés escrito por el que suscribe. La mayoría de las personas que nos seguían -y se contaban por decenas de miles desde España y América-, lo hacían porque el tema generaba la curiosidad de saber, no qué sucedió, si no cómo y por qué. Como he dicho nuestro objetivo era siempre aportar argumentos documentales y científicos que explicaran -no que justificarán-, los comportamientos psiquiátricos o psicopáticos de los personajes que tratábamos. También hacíamos mucho hincapié en el sufrimiento de las víctimas directas y las secundarias (familiares, amigos y conocidos relacionados con la víctima). «Vidas Asesinas» es, como dice la carátula de las emisiones, es «un programa de acción que cuenta casos reales de personas cuyo instinto fue el de matar. Hombres y mujeres cuyo único reconocimiento ha pasado a la historia porque mataron mucho, de forma bestial en muchas ocasiones, y siempre desde la sinrazón de una mente psicópata y enferma». Es decir, tratábamos de sacar consecuencias de lo vivido y lecciones de la historia criminal que nos llevara a hacernos preguntas como: ¿Por qué mata la gente? ¿Qué provoca que un ser humano disfrute con la muerte de otros? ¿Existe el mal en el hombre o es la sociedad la que crea el mal? ¿Tienen solución los asesinos o la sociedad debe deshacerse de ellos? ¿Hay un solo tipo de asesino? Como puede verse, tras el mundo criminal hay un mundo complejo y lleno de filosofía existencial que tiene repercusiones en muchos parámetros del ser humano. Desde la infancia hasta ciertas herencias genéticas, pasando por ciertos condicionantes de vida, pueden provocar que determinadas personas terminen buscando soluciones a sus carencias afectivas, físicas o fisiológicas con consecuencias psiquiátricas graves que generan mucho daño a su alrededor. También debemos avisar que no todos los que han tenido una infancia maltratada y llena de desafectos terminan siendo asesinos en serie, como ciertas creencias populares hacen creer. Pero sí podemos afirmar que la mayoría de los asesinos en serie han tenido ese tipo de niñez desalmada. En este aspecto hay que destacar que los psicópatas no son enfermos mentales. Estas personas son perfectamente conscientes de lo que hacen, lo planifican y actúan en consecuencia. La diferencia entre usted y un psicópata es la absoluta falta de empatía, que solo velan por sus gustos o placeres y que ni el dolor ni el éxito ajeno les afecta, en todo caso lo usan a su favor si encaja en sus estrategias de actuación. Los psicópatas no siempre son asesinos, pero como son conscientes de su personalidad, hacen uso de la carencia empática para sus objetivos profesionales, sociales, financieros o políticos, según sea el mundo donde se desarrolle personalmente. El dolor humano es un misterio muy complejo de desentrañar. Es difícil comprender que alguien pueda disfrutar del dolor ajeno, como asumir el dolor del prójimo sin una explicación razonable. Quizá sea esta la razón que justifica la existencia de «Mi expediente favorito» como colección de libros. Llenan un espectro intelectual importante y no son pocas las personas que dedican su vida y su profesión a estudiar todo esto desde la ciencia, la filosofía y la criminología. Lógicamente, por todo lo dicho más arriba, este tipo de publicaciones no solo tiene un público muy específico, y aunque se trate de narrativa true crime no es apta para todos los públicos, hay muchos curiosos que quieren conocer de la existencia de estas vidas. También hay un sector ascendente que es el criminalístico. Abogados penalistas, psiquiatras forenses o funcionarios de prisiones, por ejemplo, necesitan de este tipo de publicaciones ya que les sirve de soporte de investigación y se convierten en serios críticos de la obra con sus conclusiones y, sinceramente, estas contribuciones enriquecen mucho a la colección. En la actualidad, o lo que podríamos denominar tercera temporada, hemos publicado en los dos últimos años El último vals de Sissi del fallecido Isidre Cunills, que recoge las memorias de Luigi Lucheni, el asesino casual de la Emperatriz Isabel de Austria. También Crímenes que estremecieron a España de Antonio Trujillo García, con una estupenda compilación de crímenes, unos resueltos y otros de los que no se sabe nada a día de hoy. Y Perfiles psiquiátricos de hombres asesinos de César Alcalá como biógrafo y la psicóloga Abigail Mora. Esta última obra es un recopilatorio de asesinos con un análisis posterior de su perfil psiquiátrico, que explica muchas de las acciones y reacciones de cada personaje. Por último, en esta misma línea y como no podía ser de otra forma, está apunto de ver la luz su espejo con Perfiles psiquiátricos de mujeres asesinas, que repite de nuevo en la autoría César Alcalá, pero esta vez con la psiquiatra Alicia García. Lo que está claro, es que Sekotia quizá sea la única editorial con un sello tan específico con una demanda tan creciente. Desde luego, por nuestra parte no dejaremos de buscar y publicar propuestas tan interesantes como estas. Publicaciones divulgativas cuyo objetivo es dar a conocer las técnicas, estudios e investigaciones de todos los profesionales que trabajan e investigan el mundo del crimen. Dicho esto, y aunque nos dirigimos a un público lo más general posible, consideramos que a las publicaciones no les falta rigor, ni histórico ni documental. |
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