Una ciudad imaginada, una ciudad encontrada
En el universo expansivo de la FIL, me reencuentro con una ciudad que siempre estuvo esperándome.
28/11/2025

Los viajes siguen sus propios caprichos: pueden tardar una vida en gestarse o surgir de improviso, adelantarse o escaparse una y otra vez. Barcelona fue durante mucho tiempo uno de esos destinos esquivos para mí, hasta que finalmente lo conocí hace unas semanas y, ahora, siento que es la ciudad la que viene hacia mí en una suerte de reciprocidad.
Este año, Barcelona es la invitada especial en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2025 y yo lo veo como un asunto personal, porque después de 39 años, la FIL es como una extensión mía pues, como para muchos otros, la feria es nuestra casa, cuando menos durante una semana. Así que recibir a Barcelona nos pone de manteles largos.
Hay lugares que están contigo desde antes de que los conozcas. Para mí, Barcelona era y sigue siendo, uno de esos lugares.
Por diversas razones nunca había llegado allá, que era un destino anhelado, prioritario y casi lógico; además de su resplandor e influjo propios, la capital catalana es una de las capitales globales del mundo editorial, mi vocación y trabajo. No había puesto un pie en la Ciudad Condal, pero eso no quiere decir que no la conociera; he caminado sus calles desde hace muchos años, tantos que no recuerdo cuándo ni con quién la conocí, quizá con Ignacio Alvear, quien venía desde Gerona; o con el Pijoaparte, que me enseñó una Barcelona real y peligrosa, más allá de la Barceloneta; o fue Pepe Carvalho, quien me invitó a Vallvidrera donde cenamos con Biscuter, o Daniel Sempere, buscando fantasmas por El Raval; no lo recuerdo, pero fue con alguno de ellos, o con otros, pero, todos, amantes de su ciudad y cada uno, de cuidado, a su manera. Por algo será, decía yo.
Pero, me hacía falta pisar sus calles, respirar su aire, tocar sus muros para imaginar su olímpica transformación y, con mi proverbial facilidad a la lágrima, llorar ante Montjuic oyendo a la Caballé y Mercury, y caminar hasta la Avenida Diagonal 580, piso principal, oficina siempre abierta y rebosante de Carmen Balcells, y figurar sus conversaciones, no siempre sedosas, con Gabo, Mario, Fuentes y tantos más, tratando de esquivar el abismo de los libros olvidados.
O sea que, después de tanto, a mi ritmo, llegué a Barcelona y regresé deslumbrada por su personalidad, riqueza, estéticas únicas. Sí, la fabulosa Sagrada Familia, el Barrio Gótico, las Ramblas; sí la Pedrera, el Güell, la Batlló; sí, los palacios, los paseos, los templos, los museos, los bares, las plazas; sí, es todo eso y mucho más sobre todo, digo yo, su vitalidad, que abreva de ese manantial inagotable que llamamos cultura y, para no irnos lejos, a los tiempos de los layetanos o Almanzor, qué flojera, quedémonos desde Serrat a Rosalía, de Dalí a Miró, de Joan Gamper a Lamine Yamal, sí, eso, que sigue siendo lo mismo, cultura.
Y, en una especie de dejá vu dimensional, la volví a vivir sin haberlo vivido, porque ya había estado ahí, de mano de los mejores: Marsé, Rodoreda, Vázquez Montalbán, Ruiz Zafón, Gil de Biedma, Matute, Vila-Matas, Amat, etc. Con todos ellos, yo construí mi propia Barcelona.
Ahora, Barcelona viene a verme en la FIL. Y tenemos una agenda muy complicada; nos veremos en las presentaciones, —de Almuzara tenemos nueve— visitando decenas de stands, —nosotros estaremos en el KK9— en diálogos y negociaciones en conferencias y conversatorios; en encuentros y coincidencias; y, por supuesto, en brindis, charlas, fiestas.
Sabemos que la FIL es un universo. Lo que, quizá, no sabemos es que es un universo que se expande; cada año crece. En sus diez días, se espera, por primera vez y en constante aumento, la asistencia de ¡más de un millón de personas!, la participación de casi tres mil editoriales, de más de sesenta países, casi mil presentaciones, foros, conferencias; más de trescientas actividades, premios…
Y, en ese maremágnum, los encuentros personales. El tiempo y el aliento para dignificar la esencia de este gran evento: la palabra. En medio de todo esto, encontraré un espacio para volver a encontrarme con Barcelona y poder decirle, de corazón, ¡benvingut!

Bertha Herrerías


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