Que la Semana Santa de Sevilla vertebra social y económicamente a la propia ciudad es un hecho constatable. La sociedad sevillana sea o no sea cofrade, dirige sus pasos ateniéndose a los tiempos que marca este fenómeno, en mayor o menor medida. Desde el sector hotelero en el que el turismo cofrade aporta un porcentaje muy sustancioso a su facturación, hasta el sector de artesanos del Arte sacro (orfebres, imagineros, bordadores, tallistas y sin fin de oficios más) sostienen buena parte del tejido económico de Sevilla. Y como no podría ser de otro modo, también ocurre en el sector editorial, donde la producción de «literatura morada» o «literatura cofrade» es muy prolífica. Pero la diferencia de esta producción editorial vinculada al mundo cofrade sevillano, frente a otras ciudades españolas es que no está dirigida únicamente al turismo. En Sevilla se da el fenómeno del autoconsumo. Es decir, un gran porcentaje de los lectores son autóctonos. Al igual que una gran parte de clientes del sector de rutas turísticas de la ciudad, también son sevillanos que tienen gran inquietud por conocer la historia y el patrimonio artístico de su tierra. Y esto obviamente se refleja en las publicaciones. No es este un fenómeno actual, pues desde que, en el Sínodo presidido por el arzobispo don Fernando Niño de Guevara en 1604 se reglaron por primera vez las procesiones de Semana Santa, y cuyas directrices servirían de modelo para toda España, miles de páginas han ido contando con mayor o menor acierto los pormenores que nos han traído hasta aquí. Pero a la profusión de textos, se une la profusión de géneros. Porque la literatura cofrade no se limita a publicaciones líricas como poemarios, prosa poética o pregones. Aunque no por ser menos prolíficas es menos recomendable. Desde aquella antología que realizó en el 2006 Francisco Robles y que recogía lo más relevante en la lírica morada desde el siglo XVIII hasta el estrenado siglo XXI, hasta la fantástica antología La Semana Santa de Antonio Burgos donde se recopilan las joyas que el maestro Burgos ha ido publicando durante décadas. Pero como hemos comentado estas publicaciones son únicamente una parte de lo que nos ofrece. Porque una de las virtudes de la literatura cofrade es que es poliédrica y se desarrolla en varios géneros. Hablemos en primer lugar del ensayo histórico, que puede recorrer desde la contextualización histórica de las cofradías en general, o específicamente de una hermandad como La Hermandad del Cerro de Antonio Sánchez Carrasco; e incluso una devoción, como es el caso de la Esperanza Macarena de Manuel Jesús Roldán o Esperanza de Triana de Ignacio Sánchez Rico; hasta algún hecho concreto relevante, como fueron las «carreritas» del año 2000, la «no Semana Santa» de la pandemia, o las misiones del Gran Poder a los barrios en el 2021. Tenemos también el ensayo artístico, que es quizás uno de los géneros que más solicita el lector actualmente. El interés por la calidad estética en los altares de culto, o la vestimenta y enseres de los titulares, ha provocado un interés inusual por los protagonistas de los mismos. De ahí el gran éxito de El arte de vestir a la Virgen de Antonio Bejarano, Jesús Romanov e Ignacio Sánchez Rico; o de Las joyas en el vestir de la Virgen de Isabel Núñez y Luis Prieto. También, como no podía ser de otro modo, hay una visión teológica, aunque sea menos prolífica. Es el caso de libros como Ser cofrade, una vocación de Ignacio Pérez Franco, que abarca la cara más espiritual de la literatura morada. No olvidemos que detrás de cada lector se encuentra, la mayoría de las veces, un devoto. El mundo del costal nos ha traído obras que han sido muy demandadas, ya que se trata de una faceta muy peculiar de la Semana Santa, con un sabor y una forma de vivirla muy personal. Un fenómeno que se explica perfectamente en El oficio de capataz en la Semana Santa de Rafael Moreno y Moisés Ríos, dos sicólogos (además de costaleros) que diseccionan la parte física y espiritual. No podía faltar el género biográfico, donde la mayoría de las veces se centra en la vida (y obra) de los imagineros. Es el imaginero una figura muy admirada en la ciudad, y la impronta que deja reflejada en cada obra, hace que el lector cofrade quiera saber mucho más sobre él. Obras como Juan de Mesa de Luis Miranda, o del recientemente fallecido Luis Álvarez Duarte de José Joaquín León se han convertido en referentes. No existe mejor caldo de cultivo para una novela de suspense que el mundo de la Semana Santa, por ello en el género de la ficción, novelas como El hombre que esculpió a Dios del tristemente desaparecido Fernando Carrasco, donde se recreaba nada más y nada menos que el momento de la finalización de la hechura del Señor del Gran Poder por Juan de Mesa, abrieron el camino a una saga muy prolífica de novelas cofrades que cada año se refuerza con nuevos títulos. Es Sevilla una ciudad muy cinematográfica y la creación del espacio narrativo es tan atractivo que el interés por este género traspasa las fronteras hacia el resto del país. Pero no nos quedamos aquí, la literatura morada, o cofrade, abarca géneros tan sorprendentes como el humor, y la ficción. Libros como Tontos de capirote de Francisco Robles, Pesadillas de cofrade de Fernando García Haldón o El asesino de la regañá de Julio Muñoz Gijón, han triunfado en el público, desmontando el mito de que no sabemos reírnos de lo más sagrado desde el respeto. Y por último, en una ciudad donde el cofrade lo es desde la infancia, no podía faltar la literatura cofrade infantil. Títulos como Historia de la Semana Santa de Sevilla para niños de Francisco Huesa, o las novelas infantiles de La pandilla morada de Antonio Puente Mayor, han acercado el conocimiento desde una visión lúdica a los más pequeños. Además de todas estas publicaciones que nacen cada año como novedad, es muy común la reedición de clásicos del género a los que gente muy joven acceden con verdadero entusiasmo. Desde el imprescindible Sevilla, teoría y realidad de la Semana Santa de Núñez de Herrera hasta la interesantísima visión de Isidoro Moreno en su Semana Santa de Sevilla, pasando por cientos de autores que a lo largo de estos siglos han ido dejando su obra sobre la que han crecido las que ahora leemos. Lógicamente tal profusión de obras no son géneros de consumo estacional. Los escaparates de las librerías sevillanas siempre tienen títulos cofrades, y continuamente se crean mesas redondas y conferencias sobre estos libros. En una ciudad donde los principales medios de comunicación mantienen durante todo el año programas de televisión y radio, revistas especializadas en papel y el digital, el sector editorial no puede quedarse atrás. En resumen, el mundo editorial siempre es un reflejo de la sociedad, y en el caso de la literatura cofrade en la ciudad de Sevilla no iba a ser menos. Rosa García Perea es editora de Almuzara y autora, entre otros, de Manual del club de lectura y Breviario para malas mujeres. |
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